Canela

Crítica de Juan Velis - Leedor.com

Canela (2020), la nueva película de la cineasta rosarina Cecilia del Valle, estrena en el marco del lanzamiento de una nueva plataforma de visualización de cine argentino. Debido al contexto de emergencia sanitaria actual, y en pos de ofrecer nuevas posibilidades de streaming y reproducción de cine nacional, el INCAA presenta “Puentes de cine”, una web realizada por la Asociación de Directores de Cine “PCI” que funciona a modo de sala cinematográfica virtual, y también ofrecerá otro tipo de experiencias (como charlas con directores, actores, y exhibiciones especiales).

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En esta nueva película, cargada de realismo y de transparencia (por el modo de evidenciar la realidad de su protagonista), se nos presenta la historia de Canela Grandi Mallarini, una mujer trans que ronda los 60 años (la película es el resultado de un proceso de aproximadamente seis años de producción) que debe volver a enfrentar sus miedos y sus preconceptos cuando se plantea considerar seriamente la finalización de su proceso de hormonización femenina. Ella es arquitecta, docente en la universidad, madre de dos hijos, abuela, cuidadora de su madre anciana y trabajadora compulsiva. Las complejidades cotidianas que la atraviesan se van descubriendo en una película que nunca se corre del punto de vista de Canela respecto a su vida; pero que nos permite dilucidar su interioridad problemática y desentrañar ese conflicto, acaso identitario o existencial, que vive dentro de ella, y que ella misma, en su avasallante encanto y su actitud inclaudicable, no se atreve a terminar de resolver. La directora nos invita a recorrer todos los espacios y los lugares comunes que transita Canela en su día a día, para luego detenerse en esos momentos en los que la protagonista se enfrenta ineludiblemente con sus inseguridades, como cuando se propone comunicarle sus nuevas intenciones a sus dos hijos, o como cuando cuida de su madre, quien todavía no termina de concebir la decisión de su hija. La película no apela al dramatismo o al efectismo, sino que trabaja desde la naturalidad, sosteniendo una tensión documental que se permite fluctuar y confundir al espectador (lo cual funciona a la perfección, porque nos genera un mayor interés en la historia real de ese personaje).

Si bien el seguimiento y el tono documental atraviesan a la película de principio a fin, lo cierto es que estamos ante un relato que traza sus propias coordenadas ficcionales. Podríamos decir que se percibe un coqueteo constante entre el tratamiento documental y el de la ficción, y esto es un logro singular de la película. El formato documental clásico y expositivo, estructurado a través de imágenes de archivo, voces en off y/o entrevistas a cámara al estilo “busto parlante” (como se las define en el ámbito televisivo), muchas veces corre el riesgo de generar un posible distanciamiento simbólico con lo que se está exponiendo en imágenes. Esto es un tema complejo y problemático, que invita a una reflexión profunda que definitivamente no viene al caso; el punto es que en la nueva película de Cecilia del Valle esta opción estética no hubiera funcionado, por las intenciones específicas que tiene el relato. En Canela se evidencia un seguimiento de personaje de estilo documental testimonial (acentuado en la cámara) pero con una narrativa propia de la ficción, y esto habilita de manera eficaz la empatía del espectador con la protagonista. Al mismo tiempo, la directora estructura las escenas y el recorrido de Canela (en un principio rutinario y cotidiano) de tal manera que se permite presentar y exponer en la película la mirada (y el posicionamiento) de todas las personas y los vínculos afectivos que forman parte de su vida, tanto los de su presente como los de su pasado. Esto último también representa un hallazgo, otro logro efectivo de la película, que nos ofrece una mirada general que se va agudizando y afinando a medida que avanza el relato, introduciéndonos en los distintos modos de ver, en las diversas formas de concebir la realidad de Canela como mujer trans, que tienen las personas que la rodean.

Insistimos, por lo tanto, en comprender a Canela como una enternecedora pieza audiovisual, que logra conmover y narrar una historia real desde la compasión (con oportunas dosis de humor), que trabaja un híbrido entre documental y ficción. Es precisamente a partir de este tratamiento de tensión documental, que genera una zona de ambigüedad constante, que el film logra conectarnos con las vivencias de su protagonista, identificarnos, interpelarnos, transportarnos hacia esa realidad que vive esa mujer que se propone tomar una decisión crucial en la ciudad de Rosario. También nos permite remitir automáticamente a la conexión lógica con el contexto, aquello que está explícito en el audiovisual desde el primer minuto: la película funciona como recorte de un concepto general, la historia personal y el debate íntimo de Canela es un caso entre miles de mujeres trans de edad avanzada que atraviesan este mismo tipo de conflictos internos y disyuntivas.

Por último, vale destacar un giro dramático que la película introduce en referencia a un amor de la vida pasada de Canela, cuando su autopercepción y concepción de género era otra. En la película, la propia Canela le confiesa a su psicóloga, entre risas nerviosas, que no puede evitar enredarse en sus desórdenes internos cuando piensa en sus deseos, en sus pulsiones, en las afecciones eróticas y sexuales que más la movilizan; en por qué siente que no puede permitirse desear a otra mujer trans siendo ella misma transgénero. En cierta forma, con este nuevo interrogante implícito que siembra la película, Cecilia del Valle y la propia Canela Grandi Mallarini nos recuerdan una vez más que todos/as somos parte de esto, y que todos/as nos debemos este tipo de reflexiones.

Canela estrenó el 14 de mayo en la web de Puentes de Cine, disponible en el siguiente enlace: https://play.puentesdecine.com.ar/