Canciones de amor

Crítica de Diego Lerer - Clarín

Cantar para vivir

El musical del francés Christophe Honoré es una delicia para los fans del género.

Una comedia, una tragedia, un drama, un musical. Todo eso es -a veces al mismo tiempo- Las canciones de amor , la película que Christophe Honoré estrenó en 2007 y que llega aquí cuatro años y medio después. El riesgo “tonal” es bastante severo, ya que no sólo el espectador debe aceptar la convención -cada vez más resistida- de que los personajes se canten sus sentimientos los unos a los otros, sino que lo que pasa en la película hace, por momentos, que la aparición de canciones sea por lo menos extraño.

Pero Honoré resuelve el asunto con talento e inteligencia. Y, también, con extraordinarias canciones de Alex Beaupain que funcionan como una suerte de “opereta”, variaciones sobre un par de melodías que se adaptan (letrística y melódicamente) a las diferentes situaciones que se van viviendo. Para el fan del musical -y de la versión francesa del musical, más específicamente-, Las canciones...

será un placer de principio a fin.

El filme cuenta la historia de amor entre Ismael (Louis Garrel) y Julie (Ludivine Sagnier), quienes deciden sumar a su pareja a Alice (Clothilde Hesme) hasta formar un “menage-a-trois” que parece funcionar bastante bien hasta que aparecen los celos. Mientras la situación se le comenta a la familia de Julie como si tal cosa, las canciones van dando muestra de ese cruce entre el entusiasmo y las dudas que se genera allí.

Pero a la media hora de película (dividida en tres episodios) sucede algo trágico que no conviene revelar. Lo cierto es que el triángulo se rompe e Ismael debe lidiar con su tristeza y con las relaciones que se van formando con el paso del tiempo. Relaciones que no son las que ni él, ni el espectador, imaginan.

El amor, el dolor, la pasión, el paso del enamoramiento a la decepción, la capacidad de volver a empezar después de una muerte, la necesidad del otro -como apoyo, como una nueva posibilidad de amar- están en el centro del filme de Honoré. Y son las canciones (once en total) las que no sólo van comentando los temas del filme, sino las que le dan ese tono naturalista, casi cotidiano que tiene.

Cerca en espíritu, pero lejos de la grandilocuencia dramática de la música de Michel Legrand para Los paraguas de Cheburgo , de Jacques Demy -evidente influencia, lo mismo que el primer Godard-, las canciones se sienten como el disco que uno escucharía en esos cambios de ánimo: del tema pop fresco al romántico, de la balada triste a la nostálgica. Y los actores diciendo (más que cantando) las letras le agregan vitalidad al filme.

No siempre todo funciona. Por momentos Garrel se excede en lo payasesco de su personaje y otras situaciones son algo forzadas. Pero el género lo admite casi todo. Y así, mientras Chiara Mastroianni homenajea a su madre (Catherine Deneuve) cantando con un paraguas y Louis le pone estribillo a un código policial (en “Delta Charlie Delta”), Las canciones...

se convierte en un placer romántico, triste y lúdico a la vez. Los vaivenes de la vida amorosa cantada en voz alta por la calle, como debe ser.