Camuflaje

Crítica de Ezequiel Boetti - Página 12

"Camuflaje", de Jonathan Perel: la memoria y otros significados

El escritor Félix Bruzzone -o su personaje- dialoga con personas que tienen a Campo de Mayo como parte de su día a día.

“Hay una contradicción muy grande. Uno dice 'qué lindos los campos y la arboleda', pero lo que sucedía ahí era siniestro. Siempre me dio miedo”, le dice su tía al escritor Félix Bruzzone. El “ahí” al que refiere la señora es Campo de Mayo, el predio ubicado en el corazón del noreste del conurbano cuyas seis mil hectáreas lo convierten en una de las guarniciones militares más grandes de la Argentina. Bruzzone compró hace más de quince años un terreno para construir su casa muy cerca de allí, sin saber que en “El campito”, el centro clandestino de detención que funcionó en aquel lugar durante la dictadura cívico-militar iniciada en 1976, había sido visto por última vez su madre Silvia, secuestrada cuando él tenía apenas tres meses. Alrededor de esos espacios cargados de muerte y dolor, pero también de una flora y fauna que, ante la falta de controles, han conformado un ecosistema propio, el escritor –mejor dicho, el personaje con mucho de él que compone el escritor– despunta su pasión por el running.

Pero, ¿qué es Campo de Mayo? ¿Cómo conviven los vecinos con ese pulmón verde? ¿Qué huellas del pasado quedaron en el presente? ¿Cuáles son las particularidades que genera en la dinámica urbana la presencia de un predio de 28 kilómetros de perímetro que, más allá de sus secretos, tiene sus alambres permeables a quien quiera traspasarlos? Preguntas que atraviesan a Félix y, por lo tanto, a Camuflaje, la película que lo tiene como protagonista y está dirigida por Jonathan Perel, un realizador que ha hecho de los espacios vinculados a la dictadura el gran tema de su obra.
Basta con repasar los principales títulos de su filmografía: El predio (2010) consistía en una serie de planos fijos del interior de la ESMA, al tiempo que en 17 Monumentos (2012) aplicó esa misma mecánica para registrar la cantidad de tótems del título con la leyenda “Memoria, Verdad y Justicia” ubicados en distintos centros clandestinos de detención a lo largo del país. Luego fue el turno de Toponomia (2015), que repasada documentos oficiales sobre una serie de pueblos tucumanos fundados por los militares, de Responsabilidad empresarial (2020), en la que Perel viajaba hasta la puerta de varias empresas que conformaron la pata civil de la dictadura para, mientras la cámara se detenía en sus fachadas desde el interior de un auto, narrar en off fragmentos de las causas judiciales que las involucran.

A toda esa vertiente histórico-espacial, Perel le suma aquí una dimensión humana inédita hasta ahora en sus trabajos. Esto implica, por un lado, un menor rigor formalista, una impronta más descontracturada, menos centrada en la exposición visual y la atención a los detalles arquitectónicos que en cómo esa todo eso dialoga con su entorno. Un diálogo por momentos armónico, en tanto se trata de un pulmón verde de dimensiones enormes que los vecinos aprovechan para recrearse, pero también tensado por lo simbólico. Por el otro, hay aquí un peso mayor de lo emocional que de lo maquinal, lo que se traduce en una aproximación más periférica –y por momentos lúdica– a su principal obsesión.

De allí, entonces, que Bruzzone –a quien en la primera escena se lo ve corriendo descalzo por los alrededores de Campo de Mayo, como si quisiera establecer una conexión energética–, hable con una variopinta galería de personas que tienen al predio como una parte importante sus vidas cotidianas. Están, por ejemplo, unos amigos del barrio que recuerdan cómo, años atrás, podían encontrarse restos humanos en algunos sectores recónditos, una sobreviviente que intenta sin suerte colocar un memorial, jóvenes que entran a escondidas para hacer intervenciones artísticas, un vecino fascinado con cómo el abandono devino en una impensada diversidad natural o un atleta que busca desafíos físicos allí donde años ha imperó el horror y lo siniestro.

Hay incluso una chica que encontró una forma de ganarse la vida enfrascando tierra para vendérsela en frasquitos a los turistas que se acercan hasta la Plaza de Mayo para ver las rondas de las Abuelas. “Si en Berlín te venden pedazos del muro, yo te vendo un poquito del campo de concentración más grande de la Argentina", justifica. Camuflaje, entonces, como una película sobre la memoria, sí, pero también sobre el significado que cada quien quiera darle.