Caminando entre tumbas

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Resultaría claro que la carrera de Liam Neeson está yendo definitivamente hacia el cine de acción. Lejos están sus logrados papeles en “La lista de Schindler” (1993), “Rob Roy, la pasión de un valiente” (1995) o “Michael Colllins, El precio de la libertad” (1996). Probablemente es una búsqueda personal que encontró en la saga de “Búsqueda implacable” (2008, cuya tercera entrega es inminente) su producto más redondito. Lo demás son tiros que a sólo veces dan en el blanco. Un poco lo que sucede con Denzel Washington.

“Caminando entre tumbas” es la historia de Matt Scudder (Liam Neeson), a quien se ve al principio de la historia como un policía con calle, poco diálogo y mucha bala, bien al estilo de Harry el sucio. Las consecuencias del tiroteo del comienzo lo dejarán años después retirado y trabajando como justiciero a domicilio disfrazado de detective sin licencia. Según él, si se lo piden bien, les hace “favores” a sus clientes a cambio de “algo”. ¡Vaya a saber!

Un buen día cae Peter (Boyd Holbrook), un adicto a lo Aaron Paul en la serie “Breaking Bad”, quien le quiere presentar a su hermano Kenny (Dan Stevens) de capa caída por el secuestro y asesinato de su mujer, pese a haber pagado el precio del rescate. Scudder escucha la historia. Luego, le da al afligido esposo (y al espectador) todas las razones por la cuales ni piensa agarrar este “laburito”. Están bien justificados los motivos, lo cual resulta confuso a la hora de entender por qué de todos modos toma el caso. Rota la credibilidad de la situación, todo se vuelve un poco cuesta arriba si el espectador decide no conceder el resto de las acciones del relato.

Aquí es donde reside la mayor dificultad de éste producto dirigido por el guionista Scott Frank, el mismo de “Mentes que brillan” (1992) y “Volver a morir” (1991), pero también el de “Daños corporales” (1995) o “Minority Report “ (2002). No sólo en la instalación del verosímil mediante la justificación de las acciones del personaje principal, sino también en la construcción del móvil que lleva a los villanos en cuestión a hacer lo que hacen. En ambos casos hablamos de los factores principales del armado del policial negro al que apunta ser la película. No alcanza con la buena fotografía o la banda de sonido.

Dejada entonces a la merced de las escenas de tensión y acción, la supervivencia del relato descansa en el correcto ritmo narrativo que hace todo más llevadero, aunque de vez en cuando vuelvan las dudas en el texto como, por ejemplo, un interesante personaje que provee información al protagonista que es quitado del medio tan forzadamente que da la sensación de no haber sabido resolverlo.

No es que falte pulso ni generación de interés, pero con todos los otros elementos en contra, lejos de quedar en la memoria de la platea, “Caminando entre tumbas” parece destinada a descansar en paz.