Caminando entre tumbas

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

El personaje de Neeson, lo mejor de un policial

El contundente prólogo de esta mezcla de cine negro con psycho-thriller muestra a Liam Neeson como un policía que entra a un bar, desayuna un café con dos shots de gin y luego liquida tres delincuentes al mejor estilo "Harry el sucio". La escena transcurre en la Nueva York de 1991, pero el resto del film transcurre en 1999, con el protagonista acudiendo a alcohólicos anónimos y, ya exonerado de la policía, trabajando como detective privado sin licencia.

Gracias al éxito de la saga de "Búsqueda implacable", Neeson se convirtió en todo un héroe de acción de la escuela de Charles Bronson, pero este detective de "Caminando entre tumbas" tiene matices más propios del actor de "La Misión" y "La lista de Schindler". Su personaje es un solitario que sólo se relaciona con sus compañeros de las reuniones de rehabilitación y con un chico de la calle al que trata de ayudar. Cuando un ex drogadicto al que conoce de las reuniones le pide que haga un trabajo para su hermano, un traficante de drogas duras, su primera reacción es pasar de la buena suma que le ofrecen para no mezclarse con delincuentes que más que nada quieren vengarse, dado que el trabajo es encontrar a los secuestradores de la mujer del dealer, a la que mataron a pesar de haber cobrado el rescate.

Pero cuando escucha una grabación telefónica de los secuestradores, y se da cuenta que se trata de unos psicópatas que jamás se plantearon devolver a su presa, toma el trabajo que lo lleva tras la pista de unos desquiciados vinculados con la DEA que se dedican a acosar a los traficantes abusando de la información que tienen sobre esos criminales.

Para lograr que los narcos sean las víctimas, el argumento evita describir demasiado la naturaleza de sus ocupaciones, pero de todos modos logra darle un giro interesante y original a la típica pesquisa detectivesca de siempre, con momentos con toda la sordidez necesaria para un buen policial negro. Hay demasiados toques melodramáticos de todo tipo -incluyendo una revelación muy fuerte sobre lo que ocurrió realmente en el tiroteo de 1991-, también buenos momentos de suspenso, y un par de escenas de acción muy bien filmadas. Faltan mejores actores de reparto y un desenlace más jugado, pero en realidad la composición del detective Matthew Scudder que logra Neeson es más interesante que la película en sí misma, y casi se podría apostar a que el actor volverá a protagonizar más films en el papel del personaje surgido de una novea policial de Lawrence Block.