Calvario

Crítica de Laura Osti - El Litoral

Pinta tu aldea y pintarás el mundo

El film de John Michael McDonagh, “Calvario”, cuenta la historia de un cura irlandés que tiene a cargo la parroquia de un pueblito costero de pocos habitantes a quien de repente, un día, uno de los feligreses lo coloca en una situación grave y compleja de la cual no sabe cómo salir.

La película comienza con una cita de San Agustín: “No desesperes, uno de los ladrones fue salvado; no presumas, uno de los ladrones fue condenado”. Un enigma, evidentemente, que dispara la intriga.

De inmediato, la cámara enfoca al padre James en un primer plano fijo, sentado en el confesionario, y fuera de campo, el penitente, de quien solamente se escucha su voz, que lanza una primera frase que por su crudeza inesperada, toma al sacerdote con la guardia baja, quien se muestra incómodo, muy a su pesar. Y sin respiro, el hombre, a quien el espectador nunca puede ver, le advierte al cura que ha decidido matarlo y que tiene una semana para acomodar sus asuntos.

El rostro del padre James se va transfigurando en esos interminables minutos, pasando por distintos estados de ánimo, indudablemente shockeado por la actitud del feligrés.

A partir de ese impactante comienzo, el relato muestra día por día las diferentes acciones que encara el protagonista para tratar de resolver la cuestión, mientras no deja de atender sus obligaciones al frente de la parroquia, como asistir a los necesitados, entre quienes se cuentan un anciano solitario y un joven criminal recluido en prisión.

Pero sin dudas que se ha tomado muy en serio la amenaza y conversa sobre el tema con otro sacerdote, que es su superior. El padre James se encuentra ante un dilema crucial y debe decidir al respecto: si hiciera la denuncia ante la policía, ¿estaría violando el secreto de confesión? Ése y otros interrogantes empiezan a acosar al religioso, mientras transcurren los días y se aproxima la fecha anunciada por el supuesto homicida.

En apenas una semana, toda la vida del padre James parece darse vuelta. Su pasado, su presente y su improbable futuro.

“Calvario” responde al género de comedia negra y constituye un relato áspero, impregnado de color local. Cada uno de los personajes que conforman esa pequeña comunidad presenta alguna característica psicológica y social muy particular, y un desafío diferente para la acción pastoral: el pícaro monaguillo, el ricachón prepotente, el policía gay y corrupto, la mujer golpeada, el inmigrante oportunista, el médico drogadicto... Y por si fuera poco, aparece la hija del padre James, quien vive en otra ciudad, con sus reclamos afectivos, su padre se ordenó sacerdote al morir su madre y ella todavía no tiene bien asimilado el asunto.

El film abunda en diálogos que, aunque breves y concisos, están construidos de tal manera que en apenas 100 minutos es capaz de mostrar una pintura costumbrista y de revelar un modo de ser y de sentir, al tiempo que recorre el entorno del paisaje, donde la presencia inconmensurable del mar es dominante.

En ese pueblito de casas bajas y callecitas sinuosas, todos se conocen y no es posible tener secretos.

Pese a todo, alguien es capaz de guardar un rencor durante años y al parecer, ha decidido cobrarse venganza y poner al pueblo patas para arriba.

Se trata de una película diferente, que se destaca por su singularidad en cuanto al tema y al estilo, y por sus excelentes actores. Así como empieza con una cita inquietante, también para el cierre, McDonagh tiene reservada una sorpresa que deja pensando al espectador (viene después de los primeros títulos finales). Además, quedan algunos cabos sueltos, como para acentuar la sensación de soledad y de misterio que rodea a toda existencia humana, en todo tiempo y lugar, capaz de admitir distintas lecturas y de asumir que muchas cosas podrían quedar sin resolverse.