Caíto

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Una película amorosa

Guillermo Pfening, de familia de Marcos Juárez, Córdoba, es actor. Protagonizó Nacido y criado , de Pablo Trapero, y ha actuado, entre otras, en Wakolda , de Lucía Puenzo. Y tiene dos hermanos, uno de ellos, Luis (le dicen Caíto) sufre una enfermedad genética que le provoca distrofia muscular. Sus movimientos son muy limitados y necesita de una serie de cuidados cotidianos. Guillermo ya había hecho un corto con Caíto, sobre Caíto, llamado Caíto , en 2004. Ese corto forma parte de este largometraje, se ve en un televisor, lo ven Guillermo y Caíto. Los dos protagonizan esta película que oscila entre el relato de un registro documental y el relato de una ficción basada en hechos reales y/o en personas reales. Sobre todo en la primera parte se nos habla de cómo será la filmación de una ficción protagonizada por Caíto, se nos muestran los preparativos del rodaje, la llegada de actores, la negativa de la kinesióloga real a actuar (que será interpretada por Bárbara Lombardo, en un enroque de equivalente calidez). Un formato de idas y venidas, de cajas ficcionales de film dentro de otro film que traen a la memoria a la muy recomendable película mexicana ¿Quién diablos es Juliette? , de Carlos Marcovich.

Hay una gran apuesta en esta película amorosa (perdón por el término, pero Caíto irradia amor de forma centrífuga): amor fraternal por sobre todas las cosas. Pfening y sus coguionistas Agustín Mendilaharzu (uno de los protagonistas y director de fotografía de Historias extraordinarias ) y Carolina Stegmayer (que actúa en Caíto ) disponen y traman una película que va del documental (o la preparación ficcional de la ficción) a la ficción-ficción y jamás pierden la escala, la realidad de los personajes, el centro de la cuestión. Caíto es una película sobre hacer una película con Caíto, también sobre los sueños de Caíto, sobre las dificultades de un rodaje, sobre ensayos, sobre planos, sobre cortes y cambios, sobre sentimientos, dificultades y sueños. Uno de los grandes momentos de la película es cuando Caíto (y Suzuki y Anita) van en el cuatriciclo y los para "la policía". Allí se conjugan la sorpresa, la simpatía, la alegría y la cotidianidad del rodaje.

Caíto era una película que desde su punto de partida tenía en su horizonte innumerables riesgos y posibles excesos, y no sólo los esquiva sino que además lo hace sin negar la emoción, sin una pose de distancia artificial. Su armado, de innegable lucidez, le permite jugar, contar y describir con una libertad y una frescura que no abunda en el cine argentino. Por la cercanía del tema, es difícil saber si Caíto es el inicio de una prometedora carrera como director para Pfening. Pero eso es especulación sobre el futuro. En el presente tenemos una muy buena pequeña película de 70 minutos con alta concentración de emociones honestas.