Caíto

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Con amor de hermano

Caito es Luis, tiene casi 30 años y a diferencia de su hermano, el actor Guillermo Pfening, es un chico común que vive en un pueblo donde todos lo conocen y sostiene una luminosa sonrisa casi siempre, aun cuando las fuerzas lo abandonan o cuando se somete a la terapia de recuperación por la distrofia muscular que le diagnosticaron de niño, cuando fue evidente que no podía correr o subir una escalera como sus amigos.

Primero Pfening filmó un corto con su hermano que ganó un premio en Francia, y ese fue el germen del largo, rodado desde una asombrosa libertad creativa.
Caito cuenta los preparativos, ensayos y búsqueda de personajes de lo que va a ser una ficción protagonizada por Luis, que lo mostrará enamorado de una prostituta y la relación afectiva que mantiene con una niña maltratada de la que de alguna manera se convertirá en un papá. Además muestra a la familia Pfening, a su kinesióloga, a la mujer que trabaja en la casa, sus amigos, recorre a través de fotos los días de la infancia de los hermanos, las vacaciones en el mar. Y después sí, la ficción que se entrelaza sin dificultad con lo anterior y Caito que se enamora, se emborracha, es rechazado, cuida de esa niña, tiene sexo, escapa, logra concretar todos sus deseos.
En su debut como director, Pfening se arriesga a contar sus afectos más cercanos con una auténtica curiosidad por la experimentación y sobre todo con el amor que tiene por su hermano, que le permite evitar cualquier golpe bajo. Complejizando el relato al mostrar el proceso creativo, la intimidad familiar y la historia de amor en la ficción, Pfening da cuenta de un todo de manera excepcional y con una puesta difícil que no elude la emotividad.