Café Society

Crítica de Laura García Lombardi - Proyector Fantasma

LA SONRISA TRISTE
Bobby (Jesse Eisenberg), nacido y criado en el Bronx, decide mudarse a Los Angeles. Allí le pide ayuda, es decir, trabajo, a su tío Phil Stern (Steve Carrell), un importante productor cinematográfico. Trabajando con Phil, Bobby se enamorará de su secretaria, Vonnie (Kirsten Stewart).

¿Por qué seguimos yendo a ver películas de Woody Allen? Sabemos que no volverá a filmar Annie Hall (1977) ni Manhattan (1979). Tampoco vamos a sorprendernos por giros inesperados de la trama ni una “experimentación” con el lenguaje habilitada por nuevas tecnologías.

La respuesta demasiado personal y simple que encontré a esa pregunta es que voy a ver películas de Woody Allen para disfrutar de vivir aunque sea por un rato alguna fantasía. Sin esta premisa me sería imposible mirar Midnight in Paris (2011), To Rome with Love (2012) e incluso Irrational Man (2015); se perdería también algo de la magia de Purple Rose of Cairo (1985). Café Society nos permite vivir amores imposibles y adentrarnos en los años ‘30s, favorita de muchos nostálgicos entre los que me incluyo.

Cafe Society se construye con elementos ya vistos y trabajados a lo largo de la filmografía e Allen: triángulos amorosos, los años ‘30, familias judías, ironía, neurosis, cine, jazz. Woody se las ingenió para nunca dejar de ser él mismo, incluso cuando eso implicó ser su peor versión (como en la reciente y fallida Magic in the Moonlight). Incluso por momentos parecería que ningún chiste es enteramente nuevo y todo lo que dice Bobby es alguna reformulación de algo ya dicho por Alvy Singer. Afortunadamente, eso no lo hace menos gracioso.

La narración se toma un excesivo tiempo para transportarnos a la época, con largas secuencias de fiestas, cenas y una trama sobre la mafia neoyorkina que sólo se vincula tangencialmente hasta el final con el conflicto central. La majestuosidad del vestuario y la fotografía alcanzaban para ésto, a la vez que volvían amenas estas pequeñas digresiones.

La expresión de incomodidad constante de Jesse Eisenberg lo hace ideal para interpretar al protagonista masculino woodyallenesco por excelencia. En cambio, venía dudando de la elección de Kristen Stewart como Vonnie; le faltaba algo de vivacidad sin llegar a ser una completa indiferente. Con el correr del film fui entendiendo que hay algo de ese enigma que era esencial para el personaje, diferente de la Verónica de Blake Lively, igual de encantadora pero totalmente transparente y posible. Fue sin embargo el anteúltimo plano de la película, una sonrisa triste y corta, el que me convenció de Stewart por completo. Al terminar la película recordé que una vez un profesor nos dijo que gran parte del disfrute de ir al cine consiste en mirar rostros; en ese plano se condensan la amargura y el placer de la fantasía y el deseo, y como espectadores podemos asistir a su íntima lucidez.

Si dejáramos de exigirle obras maestras a Woody Allen tal vez podríamos sonreir como Vonnie…