Cafarnaúm: La Ciudad Olvidada

Crítica de Guillo Teg - El rincón del cinéfilo

Zain (Zain Al Rfeea) es un niño pobre que vive en Beirut, en una zona muy difícil. La situación marginal es infernal, asquerosamente infernal. No sólo en las calles sino también en el (vamos a llamarlo) ámbito hogareño en donde la ausencia de padres y la miseria absoluta harán revolver el estómago a más de algún espectador sensible. Dicen las sinopsis que tiene 12 años el chico, pero realmente parece menos. “Cafarnaúm: La ciudad olvidada” arranca con chicos de esa edad jugando a ser soldados en las calles de Beirut. Una secuencia que también dará cuenta de la imagen de libertad y lucha que los adultos dejan marcadas a fuego en el ADN de las generaciones venideras.

Paralelamente, el relato se centra en la estancia de Zaim en una cárcel por haber matado a “un hijo de puta”, y frente a un juez a quien manifiesta su deseo de llevar a juicio a sus padres por el hecho de haberlo concebido.

Lejos, pero muy muy lejos, de las sutilezas que supo mostrar en "Caramel” (2007), la directora y actriz libanesa Nadine Labaki, elige ir por el camino más fácil para mostrar este universo cuya historia irá contando en montaje paralelo, las circunstancias que llevaron a su protagonista a la prisión y la resolución del conflicto familiar. El camino más fácil, efectista, panfletario y desagradable es el de mostrar el contexto social con crudeza y sin piedad por ninguna de las criaturas que pasan frente a cámara empezando por Zain. Casi todos los planos, desde los generales a los detalles, se manifiestan de forma gráfica con la clara intención de provocar al espectador más que interpelarlo.

Esa forma que tanto se critica en la TV amarillista, a la cual no se le mueve un pelo a la hora de mostrar un asesinato en una salidera o a un chico robando una joyería, es el estandarte estético que la directora elige para su obra. Lo que comúnmente se llama “golpe bajo”. Desde el uso de los drones para las tomas aéreas hasta los planos picados y contrapicados se tornan obvios y predecibles perdiendo su poder expresivo, e incluso su valorización en la compaginación cuando la banda de sonido le indica al espectador la emoción de rabia, impotencia, compasión o lástima debe sentir, según el momento del relato.

No obstante el recurso de la “porno-miseria”, hay un relato que se narra con ritmo y pulso vertiginoso subido al discurso de un texto cinematográfico que habla de la terrible situación social que se vive en la capital de Líbano. El trabajo sobre expuesto del chico Zain Al Rfeea tiene momentos de una verdad insoslayable, y probablemente sea el verdadero nexo emocional entre la película y el espectador. También es probable que ese ritmo narrativo y la temática hayan catapultado la nominación al Oscar a mejor película de habla no inglesa de “Cafarnaúm, la ciudad olvidada”. De ahí a ser una buena película hay un abismo.