Cae la noche en Bucarest

Crítica de Lilian Lapelle - Cine & Medios

A traves de los ojos de un cinéfilo

Paul (Bogdan Dumitrache) es un obsesivo y detallista director de cine, que en pleno rodaje mantiene una relación con Alina (Diana Avramut), una de las actrices secundarias del filme. Paul decide hacer unos cambios en la escena que ambos deben filmar al día siguiente, no es una escena demasiado importante, pero el director parece algo preocupado con esos minutos de película, por lo que la pareja dedica casi todo su tiempo a analizar la escena, a repetirla una y otra vez, a contar los minutos de cada acción, y a examinar minuciosamente su significado.
Paul es un analista compulsivo de todo, no puede separar su profesión de su vida, como si cada imagen real fuera algo que debe analizarse como una construcción cinematográfica, que posee un metamensaje. Así la película son largos diálogos con su pareja, en los que además de analizar la escena que deben filmar, Paul analiza cada una de las palabras de Alina, sus anécdotas, su vida, y hasta la comida china del restorán es una excusa para analizar las culturas orientales comparadas con las occidentales.
El arte imita su vida, y su vida imita su arte, Paul siente su filme hasta en su propio cuerpo, convencido de que tiene una úlcera, y varios otros malestares a causa de no poder cerrar una escena.
Estéticamente la película es tan realista como austera, y son los diálogos los verdaderos protagonistas, no hay música ni factores externos que profundicen emociones.
Son tan solo un par de días en la vida de un director, que reflejan brillantemente sus obsesiones, sus deseos, sus manías y sobre todo su forma de ver y entender la vida, como si siempre estuviera detrás de una cámara.