Cada día

Crítica de Henry Drae - Fancinema

EL AMOR EN TIEMPOS DE ENVASES DESCARTABLES

Cuando Rhiannon (Angourie Rice) redescubre a su novio de secundaria Justin (Justice Smith) como a un caballero que la mira de manera especial y la tiene como prioridad, vive uno de los días más felices de su existencia. Pero eso sólo dura 24 horas y a la mañana siguiente, el chico con el que comporte su ocio y algunas horas de escuela, vuelve a comportarse como un adolescente más, que apenas la considera. La realidad es algo difícil de digerir, ya que la persona que se ha enamorado de ella y a la que ha seducido ese día tan especial, es un ser que no puede permanecer más de 24 horas en un cuerpo al azar, de su misma edad, de sexo variable, y en la misma zona. “A”, tal el nombre que se asigna, confiesa a Rhiannon el amor que le tiene y le propone vivir esos cambios como parte del condimento que se daría en una relación tan poco convencional.

La premisa es bastante original, al menos en el formato comedia romántica, ya que en ningún momento la película se pone en modo explicativo o intenta brindar una base científica sobre lo que está ocurriendo. Como si en Hechizo del tiempo, Bill Murray despertara cada día en un cuerpo diferente y la aventura consistiera en adaptarse a la nueva realidad y no tener que ser él quien busca modificar lo que sucede una y otra vez de la misma manera -y un poco el montaje busca homenajear a esa misma película pionera en estas cuestiones-. Mucho menos aborda el terreno del suspenso sobrenatural o el terror, teniendo tanta tela para cortar al respecto. Pero sí en cambio utiliza el factor de cambio para plasmar con mucha precisión la idea de cómo una persona empatiza y llega a enamorarse de alguien desde su interior, sin importar cómo se vea. Rhiannon acepta el desafío en principio y esto le presenta muchas complicaciones, sobre todo familiares y sociales, ya que como era de preverse en su escuela comienzan a verla como una “zorra” promiscua, que va besando chicos y chicas día por día sin que le presente ninguna objeción.

“A” toma la forma de asiáticos, negros, rubios, delgados, obesos y todo un muestrario de apariencias exteriores disponibles. La película es, en ese sentido, demasiado blanca y correcta, ya que a pesar de los besos multitarget, Rhiannon hace el amor con quien visualmente menos desentona, estándares hollywoodenses contemplados. Pero se le perdona por la osadía del formato de la premisa, que realmente logra que nos creamos que la chica ve en cada reencarnación a su amor, que ni siquiera intenta ser platónico.

Mención aparte merecen los actores que le dan vida a las encarnaciones de “A”. Si bien no es muy complicado darle un hábitat determinado a alguien que no sabemos cómo se comportaría con un cuerpo propio, cada personaje logra traducir en su mirada la extraña sabiduría de una entidad acostumbrada a cambiar de envase. Incluso la manera en que la protagonista naturaliza el romance luego del breve proceso de adaptación no choca ni hace que nos quedemos fuera del proceso.

Cada día no marca un antes y un después a la hora de contar historias románticas, pero tampoco abundan las referencias a clásicos del género. Es fresca, divertida, original y no es grosera en la metáfora de lo que intenta transmitir. Porque todo podría simplificarse a “lo importante es lo de adentro”, pero tampoco es que intente extinguir la atracción de lo exterior, de lo frívolo y efímero, sino que lo integra y termina aceptándolo como parte de ese todo lo que compone una relación.