Cacería implacable

Crítica de Leandro Arteaga - Rosario 12

Entre los originales y duplicados

Se han practicado vínculos bienvenidos entre este film -noruego y alemán- y El affaire de Thomas Crown (1968), lo que da cuenta, a su vez, del pasado inevitable que significa el buen cine de géneros norteamericano. Cacería implacable es el -desafortunado- título elegido para Hodejegerne o, tal la traducción inglesa, Headhunters: "cazadores de cabezas". Entonces: mixtura entre pinturas robadas y persecuciones mortales. Y qué buen disfrute.

Lo que significa, por un lado, que los géneros cinematográficos reverdecen en otras cinematografías mientras que, por el otro, desfallecen en la norteamericana (ya hay proyecto de remake con protagónico de Mark Wahlberg). Nada del otro mundo este film noruego pero, eso sí, con el suficiente pulso como para probar cómo anda la adrenalina del espectador. Y todo esto, también y qué importante, sin subestimarlo, mientras lo adentra en un juego de piezas desarmables y rearmables; esto es: el rompecabezas que un buen film policial debe tener como estructura.

Desde esta instancia primera, tan justa y necesaria como para sentarse a disfrutar, los partícipes del juego -porque, tal como dice Roger, "para ganar hay que jugar"-. Roger es petiso, más aún al lado de su esposa, bien alta, exitosa, ligada al mundo del arte, muy bella. Hay que suplir esa diferencia con una casa a su altura, con una vida de buen pasar. Roger elige buenos candidatos para roles administrativos, gerenciales. Tal su trabajo. Ve pasar mucho dinero y elige compensar la diferencia al robar pinturas caras. Entrevista candidatos posibles, en este sentido, desde ambos rubros: lo gerencial y lo artístico.

Ladrón de guante blanco, en suma, que encontrará una némesis justa. Nuevo candidato y, a la par, corporaciones poderosas. Armas, estrategia militar, pactos, dinero, mucho más que lo que apenas solía ocurrir. Y muertes. Ahora, sí, Roger está en problemas. ¿Quién es quién? ¿Original o copia? ¿Vivo o muerto? La persecución comienza y la película, apenas, se toma descanso. Mientras, de a poco, la madeja se enreda más.

A destacar la tarea de Aksel Hennie en su papel de ladrón, tan parecido por momentos a Christopher Walken desde ciertos momentos de suspensión, cargados de tics apenas, casi impertinentes. Petiso artero que tendrá frente a sí a Nikolaj Coster-Waldau, a quien la audiencia televisiva sabrá reconocer desde los rasgos de uno de los personajes fundamentales del clan Lannister, en la serie Game of Thrones. Entre ambos idas y venidas, momentos de humor (negro), y olor bien podrido (esto es en serio).

Ahora bien, y no porque el desenlace resuelva, habrá de pensarse que todo encaje armónicamente. Sino que, cuidado, todos esconden algo asesino o, por lo menos, siniestro. Aún cuando, decisión alcanzada, sean los hijos el fruto tan deseado. ¿Tan deseado?