Cacería de brujas

Crítica de Ulises Picoli - Función Agotada

Ese extraño de pelo largo

Es un verdadero deporte este el de pegarle a Nicolas Cage. Y como no hacerlo, sale en películas de Disney, hizo y sigue haciendo una pila de películas de dudoso gusto, y además, tiene un peinado poco presentable (muy importante detalle parece).

Y así me propuse ver Cacería de Brujas, considerada la última de sus derrapadas, que venia castigada y que se sumaba así a su infinidad de desastres cinematográficos.

Punto uno: es cierto, no es una gran película ni una obra inolvidable. Pero es sincera en sus mínimas pretensiones. Simple en su premisa y de una ejecución sin demasiadas vueltas, una película menor pero no la berreteada que al parecer (en opinión generalizada) es lo único que aún puede hacer el sobrino de Coppola.

Punto dos: tiene a su favor además que a su lado, y como compañero de cruzadas (literalmente), esté el gran Ron Pearlman (actor fetiche de Guillermo del Toro: Hellboy, Cronos, Blade 2).

La historia sucede en el medioevo, donde este fructífero (guerreramente hablando) y más que bien alimentado equipo se agota de las cruzadas porque les parece que Dios, en sus venganzas institucionalizadas, simplemente no tiene piedad.

Regresando como desertores se topan con una comarca infectada con la peste. La supuesta culpable es una joven bruja (con un estilo Samara de La Llamada) que debe ser llevada a través de un peligroso territorio hacia un convento donde deberá ser juzgada. Y si es necesario, aniquilada.

Van con ellos un joven que desea demostrar que puede ser un caballero, un estafador (el único que sabe el camino), un monje y un caballero que perdió a su hija por la peste.

Hay enfrentamientos, un puente quebradizo, unos monjes poseídos, y una batalla final. Lo que uno espera. No hay grandes escenas, solo un recorrido con algunos sobresaltos. El relato es llevado con oficio por Dominic Sena (Swordfish, 60 Segundos, Kalifornia).

Lo que si sorprende un poco es ver a esta altura unos efectos especiales tan poco logrados, pareciera que hubiera sido lanzada a las apuradas. Esto extrañamente le juega a favor, proporcionándole un aire menor y despreocupado que la hace querible a pesar de sus intenciones más bien serias (con sus parlamentos religiosos principalmente). A esa liviandad colaboran activamente Pearlman y Cage que sacan pecho y panza para llevarla de taquito.

No va a ser una película memorable para Cage, ni para Pearlman, ni siquiera para aquel que la vea, pero no por eso deja de divertir durante sus 95 minutos. Algo que una película también debe brindar y no por ello, cargar con culpa alguna.