Cacería de brujas

Crítica de Diego Lerer - Clarín

¿Estará embrujado?

Otro paso en falso en la errática carrera de Nicolas Cage.

La carrera de Nicolas Cage debe ser una de las más extravagantes de la historia del cine. De actor de culto a estrella con Oscar, de héroe de acción de grandes “tanques” a películas independientes, el hombre trabaja como si tuviera que alimentar a diez familias (o pagar deudas, quién sabe) y en los últimos años parece haber encontrado un nicho como “cara conocida” en películas que, por su estilo y temática, parecen ser de ésas que salen “directo a DVD”.

Si no fuera por el peso de los efectos especiales, los paisajes “espectaculares” y el rostro familiar aunque cansino de Cage, Cacería de brujas podría ir directo al cable o al videoclub. El filme comienza con Behmen (Cage) y Felson (Ron Perlman) como dos cruzados del siglo XIV quienes, tras demostrar sus dotes en el campo de batalla, deciden desertar al notar los crímenes horrendos que deben cometer. En su escape terminan en un pueblo que –se vio en una escena inicial- está siendo azotado por la gran Plaga Negra.

Los habitantes del lugar acusan a una bruja del hecho y fuerzan a la dupla (bajo amenaza de denunciarlos como desertores) a llevarla hasta un monasterio alejado en el que, lectura de textos sagrados y rituales mediante, la mujer perdería sus poderes y la ciudad sería curada de la plaga.

Ellos van, acompañados por un cura, un joven guerrero que sueña ser Caballero, un líder del pueblo cuya familia murió a causa de la plaga y un presidiario que sabe el camino que hay que tomar, ya que para llegar allí hay que cruzar un bosque peligroso.

En el medio de todos ellos, la bruja, encarcelada, que trae a Behmen recuerdos de horrendos crímenes cometidos en las Cruzadas, juega con los viajantes (y con el espectador), manteniendo el misterio acerca de si es culpable o inocente de lo que la acusan.

Dirigida por Dominic Sena ( 60 segundos ), tras un inicio relativamente prometedor y épico (al estilo de la última Robin Hood , digamos), la película empieza a perder su rumbo casi tanto como esa “carreta” que lleva a los viajantes en esta mezcla de western, filme de acción/suspenso y terror con criaturas y efectos fantásticos.

Esa mezcla, que podría dar resultados interesantes, nunca termina por funcionar. Cage tiene cara de querer irse a casa pronto, los toques de humor son innecesarios y poco convincentes, y la situación escala hasta un final directamente absurdo. Si alguien se salva de todo esto es la joven bruja (Claire Foy), capaz de mantener un cierto grado de misterio e intriga hasta el final, cuando todo el elenco ya parece estar en camarines cambiándose y dándose una ducha.