Caballo de guerra

Crítica de Juan Carlos Fontana - La Prensa

La amistad en tiempos difíciles

En "Caballo de guerra" Steven Spielberg cuenta la historia de iniciación, de un caballo y de su joven dueño, que construyen, podría decirse, un lazo de dependencia mutua, que resulta inalterable a lo largo del tiempo.

Las primeras escenas del filme, muestran a un hombre de campo que ha tomado de más, que compra un potrillo en una subasta y paga por él una cifra abultada para su presupuesto. Sus vecinos le dicien que el animal es poco dócil y que resultará inservible para arar el campo.

Albert, el hijo del hombre de campo, logra entrenar a Joey y a partir de eso la empatía entre el muchacho y el caballo se vuelve férrea.

TRISTE DESPEDIDA

Pero es una época de conflito y para incorporarse a la que sería la Primera Guerra Mundial el Ejército británico necesitaba caballos que demostraran fuerza y coraje, y Joey tiene esas cualidades.

Así entre lágrimas de despedida de Albert, Joey pasa a manos de soldados ingleses que irán a la guerra, por lo que el animal, más tarde, ya en tierra alemana estará predestinado a vivir una odisea épica cuando su joven amigo vaya a buscarlo.

Con "Caballo de guerra" Spielberg destaca el valor de la amistad, la lealtad, los afectos y la unión familiar.
Su película refleja lo que pocas han hecho: demostrar que los animales a veces suelen comportarse "humanamente" y que su sensibilidad encierra un instinto fraterno poco conocido.

VISION AMPLIA

La historia está contada desde diversos ángulos, tanto desde el lado del adolescente que entrenó a Joey, como desde el mismo animal, mientras en medio de los dos se desarrolla la guerra.

Pero la película no tiene acento bélico, ni tampoco partidista, sólo pretende contar las peripecias por las que atraviesa un caballo cuando en la guerra se peleaba todavía con sable y se necesitaban animales de carga para arrastrar el pesado armamento, por lo que muchas veces ellos morían.

A través de una narración clásica, de gran efecto dramático, Steven Spielberg consigue hacer de su filme un inteligente retrato sobre la amistad en tiempos difíciles.

Con una exquisita fotografía -además de la belleza de los animales elegidos-, se destacan las actuaciones del joven Jeremy Irvine, como Albert y Emily Watson, en el papel de la madre.