Bye Bye Life

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Al filo del reality

Bye, bye life por un lado nos plantea un dilema que se relaciona intrinsecamente con la ética en el cine y por otro nos propone reflexionar acerca de los límites de la representación cinematográfica. Sin embargo, la audacia y honestidad del actor y director Enrique Piñeyro despeja esos interrogantes en una propuesta documental anómala que expone el artificio y se adentra en la intimidad de una persona enferma de cáncer sin especulaciones sensacionalistas, pero con el convencimiento de registrar todo lo que sucede a su alrededor.

Quizá una forma de ofender a la muerte sea trascender en una foto o en un fotograma. Tal vez este fue el pedido implícito que la escritora y fotógrafa Gabriela Liffschitz le hiciera al realizador de Whisky Romeo Zulu al enterarse de que le quedaban pocas semanas de vida. Este singular documental nace entonces de la urgencia y como tal refleja -como pocos- el caos y los vaivenes emocionales al correr contra reloj.

También podría decirse que se trata de una película que documenta las últimas horas de una enferma de cáncer en un set cinematográfico, rodeada de cámaras, amigos, actores y actrices que van a interpretar a la protagonista en escenas que nunca se ven, y que procura captarla en todo momento y retratarla a veces con sus aires de diva y otras en el embotamiento y el cansancio al que decide someterse.

Las discusiones con Piñeyro y esa sensación de no saber qué hacer o cómo contenerla se mezclan a veces con el sarcasmo de Gabriela Liffschitz, quien no pudo ver terminada la obra; con su intención de desdramatizar la situación, pero sobre todo con su voluntad que se va apagando de a poco en un film inclasificable, polémico, aunque fascinante al mismo tiempo.