Búsqueda implacable 3

Crítica de Santiago García - Tiempo Argentino

Una fórmula que llegó al agotamiento.

Pese a la interpretación de Liam Neeson, a esta altura un experto en el género de acción, la película no está a la altura de sus predecesoras, con un héroe un poco más lavado y menos siniestro y sin lugar para sorpresa alguna.

En el año 2008, un actor asociado al cine dramático como Liam Neeson, le dio un vuelco inesperado a su gran carrera. El intérprete de La lista de Schindler aceptó un papel que para muchos otros actores no habría sido interesante. Neeson había probado desde el comienzo de su carrera todo tipo de géneros, pero ya había alcanzado gran prestigio y premios por hacer cine dramático. Sin embargo, estaba a punto de convertirse en una estrella del cine de acción. Búsqueda implacable (Taken) fue en muchos sentidos una sorpresa, incluyendo al propio Neeson, que no pensó en el éxito enorme del film y como cambiaría su carrera. Taken era una excelente película de acción y un actor de tanto talento y presencia cinematográfica ayudó mucho a que fuera aun mejor. Guión (Luc Besson), dirección (Pierre Morel) y la actuación de Neeson la convirtieron en un film de culto que muchos quisieron imitar y que ha traído dos secuelas. Lamentablemente, así como Búsqueda implacable 2 era divertida pero carente de interés, Búsqueda implacable 3 tampoco posee interés alguno y además no es divertida. No hay secuestros esta vez –el propio Neeson no quiso que los hubiera– pero sí una muerte de la que el protagonista será culpado. El director ya había cambiado en el film anterior y la excelente factura del film inicial –violento, directo, vertiginoso, emocionante– no apareció en ninguna de las dos secuelas. Claro que tienen una buena base para filmar escenas de acción y hay buenos momentos aislados, pero no hay que conformarse con menos de lo mismo. Otro detalle que Búsqueda implacable 3 posee es que en un giro típico de las sagas de cine de acción, la violencia desaforada y terrible del primer film se fue reduciendo hasta convertir, al menos en comparación, al implacable protagonista de aquel film en un héroe un poco más lavado, más blanco, menos siniestro. Esto ocurre cuando se estira aquello que no debería ser estirado. Una cosa es un film como El transportador, y otra muy distinta una experiencia como Taken cuya trama era tan oscura que era absurdo creer que su personaje principal podría actuar nuevamente sin que se perdiera la esencia del personaje. Así que en resumen, de aquella sorpresa original, hemos pasado en seis años a este exponente menor e irrelevante del género. Liam Neeson entrega la misma actuación sin fisuras, pero lo que tiene su alrededor no logra estar a su enorme altura. La saga de Búsqueda implacable está definitivamente terminada. A lo que sigue.