Búsqueda implacable 3

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Uno que se las sabe todas.

El filme de Olivier Megaton muestra a un héroe infalible, que deja en ridículo a sus enemigos.

En la entretenida Búsqueda implacable (2008), unos albaneses que manejaban una red de trata de mujeres secuestraban, en París, a una rubiecita. Lo que ignoraban era que el padre de la chica era una especie de súper agente capaz de todo por recuperarla. Ante el éxito de taquilla, en 2012 Luc Besson -guionista y productor- y su gente hicieron una secuela en la que invertían los roles. Ahora el secuestrado -por el padre de uno de los albaneses ajusticiados en la primera parte- era Bryan Mills (Liam Neeson) junto a su ex mujer, y su hija lo ayudaba a liberarse. Se rumorea que para la tercera parte, Neeson exigió que no hubiera ningún secuestrado (todas las fórmulas tienen un límite, al parecer). Y entonces, para esta Búsqueda implacable 3, Besson y compañía armaron una nueva versión de El fugitivo: Mills es acusado y perseguido por un crimen que no cometió, y debe encontrar al verdadero culpable para probar su inocencia.

El director de esta tercera entrega es el mismo de la segunda, Olivier Megaton. Y los resultados son parecidos: todo es muy poco creíble. Es cierto que a estas películas no hay que exigirles verosimilitud, pero tampoco la pavada. Todo resulta demasiado fácil para Mills, que hace y deshace a su antojo. Jamás pierde la calma y cada una de sus movidas sale tal cual las planea. Su superioridad no es sólo mental, sino también física: es capaz de cargarse tanto a una patota de matones como a un escuadrón de policía sin sufrir ni un rasguño. Neeson tiene 62 años; aunque parece menos, igual se lo ve grande: por más entrenado que esté y más habilidades que tenga, es improbable que noquee tan fácilmente a tipos tan preparados como él y treinta años menores.

Muchas de las escenas de acción son forzadas por giros rebuscados del guión, que hace que Mills tome decisiones ilógicas sólo con el objetivo de que haya, por ejemplo, una persecución automovilística (¿siempre tiene que haber autos voladores en estas películas?).Como sucedía en El fugitivo, hay un policía sagaz y noble que tiene la difícil misión de perseguirlo. La presencia de Forest Whitaker siempre es bienvenida, pero aquí está desperdiciado: por más que se vaya dando cuenta de las artimañas de Mills, él y sus colegas de la policía de Los Angeles quedan siempre en ridículo. Como varias partes de la película.