Búsqueda implacable 3

Crítica de Bernabé Quiroga - CiNerd

UN ÚLTIMO ESFUERZO

BÚSQUEDA IMPLACABLE (TAKEN, 2008) es una de las mejores películas de acción del 2000 en adelante. Una oscura, violenta y desesperada persecución que no da respiro. BÚSQUEDA IMPLACABLE 2 (TAKEN 2, 2012), en cambio, es una de las peores películas de acción del nuevo milenio. Una estúpida, mal filmada y poca emocionante atrocidad, editada horriblemente y escrita sin ganas. Ahora nos llega BÚSQUEDA IMPLACABLE 3 (TAKEN 3, 2015), que supuestamente es la conclusión de la saga protagonizada por Liam Neeson en papel de espía retirado. En esta ocasión, nadie es secuestrado (al menos no hasta el final), solo la reputación y la libertad de nuestro héroe Bryan Mills, quien un día llega a casa y descubre a una persona cercana a él muerta en su habitación. Todo parece indicar que él es el responsable, por lo que la policía no dudará en detenerlo. Después de repartir algunas piñas y de darse a la fuga, Bryan se convierte en el hombre más buscado por la ley. Mientras escapa del oficial a cargo de su caso, Franck Dotzler (un desaprovechado Forest Whitaker), el padre del año no se detendrá ante nada hasta encontrar a los verdaderos asesinos, mientras intenta mantener a su hija Kim (Maggie Grace) a salvo.

De seguro la historia de BÚSQUEDA IMPLACABLE 3 les resultará familiar. Sí, es básicamente la misma que la de EL FUGITIVO (1993). Pero en lugar de contar con Harrison Ford, Tommy Lee Jones, una pulida dirección y un inteligente libreto, BÚSQUEDA IMPLACABLE 3 llega lamentablemente acompañada de la insoportable estética del Olivier Megaton (BÚSQUEDA IMPLACABLE 2), ese inútil director que corta frenéticamente sus planos como si estuviera haciendo un videoclip. Aquí se controla un poco más que en la anterior (pero no lo suficiente) y las escenas de acción son más entendibles. Y aunque le cueste por la edad, Neeson vuelve a cargarse la película sobre sus hombros. Gracias a él –y al hecho de que usaron una premisa que ya sabían que funcionaba–, esta tercera entrega no es un desastre como lo fue su predecesora, aunque tampoco llega a rozar la grandeza del film original. BÚSQUEDA IMPLACABLE 3 funciona, pero entra en la categoría de cine de piñas, patadas y tiros “Para pasar el rato”.

Como cierre de su franquicia, decepciona un poco al alejarse del Legado Taken (ser la saga de los secuestros) y es definitivamente una despedida sin fuerza. Prefiere ser una película de acción de medio pelo, desperdiciando la riqueza de una trama llena de suspenso y provocando que el film nunca te tensione del todo. En su guión abundan clichés, escenas de acción ya vistas y algunos giros que resultan ser más confusos que inesperados, y carece por completo de un villano fuerte. Pero a pesar de todo, la película nunca aburre. Esto no se deba a su ritmo veloz o sus variadas escenas de acción, sino a su protagonista. La ferocidad que soltó en la primera película sigue lamentablemente ausente, pero BÚSQUEDA IMPLACABLE 3 nos muestra nuevas caras de Bryan Mills. Repitiendo una virtud de la TAKEN original, este film se toma el tiempo necesario para mostrarnos al personaje de Neeson en su vida cotidiana, antes comenzar a repartir palizas. Lo vemos cuidando de su hija, charlando con su ex, saliendo con sus amigos y hasta comprando facturas (¡!). Suena aburrido, pero ayuda a darle realismo a los personajes y más emoción a la historia cuando los problemas comienzan. Paradójicamente, aquí también lo vemos consolidarse como uno de esos héroes irreales del cine de acción, haciendo proezas imposibles (similares a las de John McClane) en una badass secuencia final en un aeropuerto. Y más paradójicamente, BÚSQUEDA IMPLACABLE 3 nos muestra a Bryan Mills en su momento más vulnerable. Recibe incontables palizas, se enfrenta a rivales más ágiles que él y se cansa hasta de correr. Es la edad. Sus ganas de patear malos siguen siendo las mismas, pero los años le pesan. BÚSQUEDA IMPLACABLE 3 es igual. Carga consigo la gloria y los errores del pasado. Le cuesta levantarse y, una vez que lo hace, tambalea. Para nada le quita el saber que al menos hizo un último esfuerzo.