Buscando un amigo para el fin del mundo

Crítica de Ramiro Ortiz - La Voz del Interior

Tras el sentimiento perdido

El cine independiente norteamericano actual es una caja de Pandora, de donde pueden surgir una amplia variedad de películas, algunas de ellas difíciles de clasificar. Buscando un amigo para el fin del mundo, por ejemplo, es una extraña combinación de drama, comedia, romance y ciencia ficción. Y cuando decimos extraña no nos referimos a los ingredientes en sí, sino a lo que resulta de ellos.

Cuando el filme inicia, el noticiero de la radio anuncia que está comenzando la cuenta regresiva para la colisión de un meteorito que destruirá el planeta. La consecuencia más inmediata para Dodge de esa funesta revelación es que su esposa se baja del auto y escapa (nunca se habían amado demasiado). Sin alterarse más de la cuenta, Dodge trata de seguir adelante con su rutina, como muchas personas del lugar donde habita. Le paga a la empleada doméstica, va a trabajar, pasa las noches frente al televisor.

La ilusión tiene las horas marcadas y hay muchos que hablan de vivir una liberación antes de desaparecer. Dodge no parece estar interesado o capacitado para hacer algo semejante. Pero una vecina, Penny, aparece en su ventana y comienza entre ambos una historia de amor que tendrá algunas características "épicas", por estar tan ligada al acabóse de los tiempos.

Buscando un amigo para el fin del mundo tiene todos los tics del cine independiente de los últimos años, pero eso por sí solo no basta para hacerla una película mejor. Hay que acordarse siempre que Hollywood adoptó hace bastante este símbolo de la libertad creativa y terminó por serializarlo también (afortunadamente, quedaron y quedan cientos de excepciones). ¿De cuáles señas hablamos? De los actores de mucho cartel, interpretando a personajes disfuncionales. De la búsqueda de argumentos que no se parezcan a ninguno otro, a veces exagerando con esta ruptura de las formas. De una mayor intelectualización de los diálogos y las situaciones, que descoloca a los espectadores acostumbrados, durante décadas, a otro tipo de espectáculo.