Buscando un amigo para el fin del mundo

Crítica de Migue Fernández - Cinescondite

Seeking a Friend for the End of the World tenía a las claras el potencial para convertirse en una gran comedia o un buen drama y, por elegir ser una tibia mezcla entre ambas, no es ni lo uno ni lo otro. En los primeros segundos se descubre que el fin es inevitable, que el asteroide no esquivará la Tierra en el último minuto o se desintegrará al entrar en la atmósfera hasta reducirse al tamaño de la cabeza de un chihuahueño. Con tres semanas para que el último grano de arena del mundo pase al otro lado del reloj, hay quienes hacen frente a la dura realidad viviendo cada día como el anterior, otros que se dejan caer en una espiral de desenfreno con el "ya nada importa" como lema, otros que adoptan una mirada reflexiva hacia el tiempo que pasó y el que queda y, por supuesto, quienes se desesperan por la espera. Con este panorama, Lorene Scafaria, guionista de Nick and Norah's Infinite Playlist, ofrece a dos protagonistas con una idea de lo que quieren hacer, pero con una certeza mayor respecto de lo que saben que no harán, límite autoimpuesto que cercena las posibilidades de la película.

Steve Carell, quien no aceptaba un rol tan meditabundo desde Dan in Real Life, es Dodge, un hombre a quien le pesa más el saber que su vida se estaba desmoronando aún desde antes de que el asteroide fuera noticia. Conoce a Penny -una flaquísima Keira Knightley-, un tipo de personaje cada vez más recurrente en el cine actual: joven, linda, excéntrica, con una valija de conflictos emocionales al hombro, pero capaz de devolverle a quien recién conoce el sentido perdido de su existencia. Juntos emprenden su viaje a través de Estados Unidos para hacer aquello que cada uno quiere antes de que el mundo se termine.

Cada situación que enfrentarán en el camino quedará en las puertas del intento, sin llegar a concretar las risas que se podían esperar o generar las emociones que se buscaba movilizar en los momentos de reflexión. Con el humor siendo cada vez más utilizado en otros ámbitos, como la ciencia ficción o el terror, llama la atención que lo que es básicamente una comedia romántica, con un elemento catastrófico como conflicto, no termine de funcionar ni desde un lado ni del otro. El principal problema con el que choca Scafaria es perder de vista el elefante en la habitación, olvidarse del asteroide. Se trata de un relato íntimo movilizado por una tragedia, con dos personajes de forma permanente en pantalla y casi siempre los dos solos, pero que una vez que se pone en marcha no lo necesita para seguir con su avance. Si, se atraviesan escenas que sin el componente de la destrucción total nunca hubieran existido, como las fiestas o las muertes repentinas, no obstante al mirar constantemente hacia otro costado y seguir el camino como si nada, pareciera que uno está frente a Elizabethtown, para poner un ejemplo.

Desde ya que hay muy buena química entre los protagonistas, un guión que no sólo es original sino que los acompaña hasta el final casi sin caer en lugares comunes, una muy buena banda sonora –con un fantástico comentario sobre los vinilos-, y sorpresivas ráfagas humorísticas, con el genial Patton Oswalt y Rob Corddry en clave Bucket List. El miedo a decidirse por algo –de hecho cada vez que algo nuevo puede ser experimentado, se huye- por parte de Scafaria y sus personajes, lleva a que en resumidas cuentas sea un tibio cruce de géneros y un gran "lo que pudo ser".