Buscando a Dory

Crítica de Leonardo González - Río Negro

La pececita olvidadiza vive su propia aventura

Buscando a Nemo” (Finding Nemo, 2003) ocupa un lugar privilegiado en el Top Five de la Mejores Películas de Animación (y porqué no infantiles) de toda la historia, al menos para este periodista.

Tuvo cuatro nominaciones al Oscar y se llevó el premio al de Mejor Película Animada, convirtiéndose en el primer largometraje de Pixar en ganar esa estatuilla.

Esta gema también nos regaló uno de los mejores y más queridos personajes de todos los tiempos: Dory.

Para que se den una idea, en Facebook tiene más de 25 millones de likes, convirtiéndola en el personaje más querido de entre todos los de Disney o Pixar.

No es casual entonces que tengamos entre nosotros el filme “Buscando a Dory” (Finding Dory, 2016), en el que la olvidadiza pez cirujano es la protagonista. Sólo otros dos personajes secundarios lograron lo mismo en una secuela: Mate en “Cars 2” (2011) y Mike en “Monsters University” (2013).

Han pasado seis meses desde que Marlin y Dory emprendieron su gran aventura para encontrar a Nemo y ahora viven todos juntos felizmente en el arrecife. Pero un día, mientras el Maestro Raya habla en la clase sobre la familia, a Dory le llegan recuerdos de la suya, y se da cuenta de que podrían estar buscándola.

La pececita recurre a la ayuda de los peces payaso para emprender un viaje hasta la “Joya de Morro Bay”, el Instituto de Vida Marina, en donde cree que puede encontrarlos.

En este centro de rehabilitación y rescate -y a la vez un acuario de primer nivel– se encontrará con varios personajes que le ayudarán a alcanzar su objetivo: Hank, un pulpo cascarrabias que quiere que lo trasladen hasta un acogedor centro en Cleveland, donde disfrutará de una pacífica vida en soledad; Destiny, un tiburón ballena miope que la conoce de su infancia; y Bailey, una beluga que está convencida de que sus habilidades biológicas de ecolocación están averiadas.

Todos ellos intentarán hacer realidad el sueño de encontrar a los padres de la pececita desmemoriada.

No era fácil hacer esta segunda parte, ya que pasaron 13 años desde que se estrenó la primera. Y en todo ese tiempo, “Buscando a Nemo” fue creciendo más y más, agigantando su leyenda; y esta secuela tenía que rendirle homenaje.

Porque hay veces que se continúa una saga no por el dinero, sino porque es necesario hacerlo y darle al público lo que pide.

Por suerte Andrew Stanton volvió a escribir el guión y a dirigir, y Lee Unkrich le dejó su lugar como codirector a Angus MacLane, en su primer largometraje después de una larga carrera como animador (en Pixar siempre le dan oportunidades a sus empleados). El largometraje es, sencillamente, maravilloso.

Como su antecesora, encanta, toca fibras sensibles, emociona, hace reír y llorar.

Agreguen a la galería de sus personajes favoritos al pulpo Hank, que es la contraparte ideal de Dory, así como ella lo fue de Marlin en la primera.

El filme está acompañado, como siempre, por un corto. En este caso se trata de Piper, sobre un ave de playa recién nacida que da sus primeros pasos fuera de su nido.

Quédense hasta el final porque hay una escena –muy graciosa– y una sorpresa que les sacará más de una sonrisa. Todo esto precedido por la canción “Unforgettable”, interpretada por Sia. ¿Logrará lo mismo que Robbie Williams con “Beyond the Sea”? Veremos.

Mientras tanto, vayan a buscar a Dory a los cines que lo mejor que les puede pasar es encontrarla.