Buscando a Dory

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Algún día entenderá Hollywood que ya son los inventores del millón de maneras de hacer plata con la industria cinematográfica a fuerza de miles de ideas a lo largo de los años, razón por la cual sería interesante que hagan una lista de las 50 ó 60 películas que deben quedar como están: Puras, inmaculadas, preciosas, magistrales, intocables.
A las obras maestras (masterpiece, como a ellos les gusta denominar) se las llama así porque justamente son concebidas en un tiempo y una forma únicas e irrepetibles. En el caso del cine no necesitan más que ser proyectadas una y mil veces, e inequívocamente pasarse de boca en boca, de generación a generación. No hay La Gioconda 2, Miguel Angel no hizo un David agachado juntando el jabón y Rodin no necesitó contar con otra estatua qué demonios estaba elucubrando El Pensador.
El cine no parece aprender de esto.
Realmente da a pensar que la única razón por la cual no hay secuelas de “El ciudadano Kane” (1941) o “Casablanca” (1942) es que los protagonistas murieron, aunque nunca se sabe. Siempre habrá un guionista dispuesto a escribir sobre un hijo no reconocido de Rick que reclama la herencia del bar en Africa, u otras monstruosidades. Ahora que se estrenó “Buscando a Dory”, una de las mejores obras de animación de todos los tiempos, “Buscando a Nemo” (Andrew Stanton, 2003), sufre un toqueteo innecesario. ¿Para qué? Sin negar las virtudes de éste estreno, que las tiene bien ganadas, uno no deja de insistir en que hay obras que deberían ocupar sin manchas su lugar en la historia.
Lo mejor de lo nuevo de Pixar se produce antes de la proyección del largometraje con un corto brillante llamado “Piper”. En él, se sintetiza la vida y sus avatares a partir del nacimiento de un pichón en la costa del mar. Al nacer ve a su madre ir por comida y se instala cómodamente con el pico abierto esperando que ella provea. Impacto directo en el plano siguiente cuando la madre lo invita a buscar su propia comida, a valerse por sí mismo, a usar el ingenio. Es decir, en dos minutos la lección (de cine también) se transmite de manera contundente. No hace falta contar el resto que es aún mucho mejor, y claro, candidato al Oscar del año que viene.
Ya instalados en “Buscando a Dory” el espectador se encontrará con una introducción que nos la presenta cuando era un pequeño pececito, ya con problemas de perdida de la memoria inmediata. Así sabremos cómo es que su condición fue progresando a partir de perder a sus padres, hasta encontrarse con el desventurado Merlín en busca de su hijo, conectando literalmente la historia original. Pero luego el guión esquiva todo esto para centrarse en el afán de Dory por encontrar a sus padres y expiar su eterno sentimiento de culpa.
Por supuesto que al repetirse el título (salvo por el nombre propio) se reitera también la estructura narrativa y dramática de hace 13 años, es decir, Dory también emprenderá (junto a Nemo, cuya presencia termina siendo algo intrascendente, y su padre) un viaje por las corrientes oceánicas. La naturaleza los separará eventualmente, y se trabajará en montaje paralelo la forma en la cual ella intenta llegar a sus progenitores, y las desventuras que pasan padre e hijo para volver a encontrarse con su amiga, convencidos de que sola y desmemoriada no tiene chances de sobrevivir.
En esta bifurcación de la trama aparecerá Hank, el personaje más interesante de la película por sus deseos de no volver al océano, de no pertenecer más al mundo natural.
Pixar conoce de memoria el material con el cual cuenta, por eso se agradecen los personajes laterales, aportando comicidad y buenos gags, pero también el trabajo que se han tomado para abordar temas como “no poder recordar” opuesto a “querer olvidar”. También la fe en uno mismo y, claro, el concepto de la unión familiar. Las variaciones de la banda de sonido de Thomas Newman, sobre su propia partitura original, conectan la emoción y el universo ya conocido. Ni hablar del prodigio técnico para recrear el agua y los entornos.
“Buscando a Dory” tiene a genios detrás de su producción. Le sobran argumentos para establecerse como uno de los tanques del año. Eso sí… Lejos, muy lejos de la original.