Buscando a Dory

Crítica de Agustina Tajtelbaum - Toma 5

Regreso con gloria

Ya pasaron trece años desde que un pez payaso con una aleta más pequeña se perdiera y su sobreprotector padre cruzara el océano para buscarlo. Sí, leyeron bien, ya pasaron trece años de “Buscando a Nemo” y aún así Disney tenía una deuda pendiente: conocer la historia de Dory y darle una familia que le dé el amor que su encantador personaje se merece. Pero ¿cómo podían contar el origen de un personaje que pierde la memoria cientas de veces por día?

Los hechos en esta nueva aventura ocurren un año después de la reunión de Nemo con su padre Marlin. Dory se ha quedado a vivir en el arrecife con ellos y sus vecinos, haciendo nuevos amigos, y todo parece ir bien. Sin embargo un día, un pequeño hecho despierta la memoria de Dory, quien tiene un flash de imágenes mezcladas de su familia y su hogar. Por supuesto este recuerdo mezclado y confuso le dura lo que un suspiro, y sólo puede sacar en limpio una frase; que luego veremos hace referencia a un parque acuático al mejor estilo “Mundo Marino”. Allí es donde ella intentará llegar, siendo acompañada por Nemo y Marlin, aunque este último no vaya de muy buena gana.

En un momento de la industria donde todo parece ser secuela o remake, o demás fórmulas para evitar comenzar una idea de cero; la secuela de una película que ya tiene más de una década tiene un gran desafío enfrente. La historia tiene que ser buena y necesaria para explicar cabos sueltos de la primera parte, pero a su vez debe ser orgánica, sin que acabe convirtiéndose en un añadido demasiado artificial. Es un gran desafío, y esta película lo cumple al 100%. Ninguno de los personajes ha perdido la esencia, lo cual es un gran logro. Además, a los nuevos no podemos más que amarlos. Es ejemplo de esto Hank el pulpo, un duro que es tierno en el fondo, pero resulta mucho más que un típico cliché al estilo Disney.

Por otro lado, también debemos hacer mención aparte a la animación. Es bien sabido que el agua es lo más difícil de animar por computadora, y probablemente por eso la gente de Pixar tardó tanto en animarse a esta secuela. El agua se mueve en formas tan impredecibles que es un dolor de cabeza para cualquier animador. Sin embargo, es otro desafío que pasa con un sobresaliente. Si observamos la primera parte, veremos que la diferencia en la animación es abismal: ha mejorado muchísimo en relativamente pocos años. Esto lo notamos particularmente en la gama de texturas diferentes que han creado, lo que hace que el ambiente sea muchísimo más realista. Lo mismo ocurre con la iluminación, cuyo efecto no tiene nada que envidiarle a los reflectores reales.

Este es sin duda el tanque de Disney para estas vacaciones de invierno, y no va a decepcionar. Se han embarcado en un desafío enorme, y no sólo cumplen sino que superan las expectativas. Es divertida, tierna, y emotiva, con los personajes entrañables de siempre y otros nuevos. Una secuela absolutamente necesaria para darle a un personaje tan querido como Dory el reconocimiento que se merece.