Bus 657: El escape del siglo

Crítica de Fernando López - La Nación

Bus 657, el escape del siglo

Es muy probable que el subtítulo (El escape del siglo) resulte bastante exagerado para este film que, en todo caso, aspiraría a ser una versión de Máxima velocidad en tiempo más pausado. Se trata, como dice el título original, de la historia de un golpe, y parece haber recopilado, con abundante atrevimiento y sin demasiado rigor, ideas y giros provenientes de unos cuantos títulos del mismo tenor. La falta de rigor deriva en situaciones que se hacen poco creíbles y más de una vez conducen al absurdo y hasta al ridículo.

Sin embargo, el director Scott Mann, con su ritmo acelerado y sus rebuscados y sorpresivos cambios de dirección, más algunos actores que se toman las cosas bastante en serio, distraen lo suficiente como para que el espectador deje pasar sus fáciles trampas y mantenga la atención. En el elenco figura Robert De Niro, frecuente huésped de estos vehículos escogidos sin demasiada exigencia con tal de que proporcionen la base para un thriller clase B. No es el protagonista, pero sí el mafioso principal. Quien asume el papel central es Jeffrey Dean Morgan, en el papel de uno de sus ex lugartenientes, un delincuente con el corazón de oro que, apremiado por un drama personal (tiene una hija hospitalizada y con su vida en peligro), necesita que su ex jefe, dueño de un casino, le preste 300.000 dólares para sustentar el costosísimo tratamiento, del que no se dan mayores datos. Cabe imaginar que el capomafia, que se llama Pope y apodan claro Papa, no atenderá ese pedido, razón por la cual el sensible Vaughan, que así se llama el angustiado padre, decide pasar a la acción directa: el robo del dinero. Responde así a la propuesta de otro delincuente al que casi no conoce, pero tiene en cuenta que el dueño del casino, si bien temible, no podría recurrir a la policía ya que su dinero, lavado, proviene de su actividad clandestina.

El golpe se planea en unos pocos minutos y se concreta casi igual de rápido, pero -como puede suponerse algo falla (la fuga, nada menos) y los ladrones deben huir en un ómnibus de línea, lo que por supuesto incluye rehenes, disparos, policías de toda especie y una persecución que ocupa una hora de film. Para mantener cierta tensión sin reparar en lo verosímil alcanza. Para tomarla en serio no.