Buongiorno papá

Crítica de Blanca María Monzón - Leedor.com

Buongiorno papa es una comedia sencilla con buenas actuaciones. No nos cuenta nada nuevo pero a medida que transcurre el relato se va generando una empatía cada vez mayor con sus queribles personajes.

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Andrea es un publicista exitoso, que tiene casi 40 años, pero que aún vive con su amigo Paolo, -actor y director-. En el film, un hombre en aparente contrapunto con su amigo, y carente de la fuerza necesaria para llevar adelantes sus sueños.

Andrea asiste a discotecas como un adolescente, y su única responsabilidad es él. Algo así como una especie de adonis superficial y egoísta, un perfecto metrosexual. Un día de pronto le golpean la puerta de su casa, y se entera que tiene una hija adolescente, que viene con su abuelo, un rockero sesentista, y esto es para quedarse provisoriamente. Pronto se entera, que la madre de Layla a muerto, y se enfrenta de un día para otro con una realidad, que difiere radicalmente de la suya. Tiene en su casa un letrero de neón que dice: “I am mine”, una clara alusión a su personalidad egocéntrica, y a la canción de Pearl Jam: “Los egoístas, están todos parados en la fila… “. Una historia que habla del sinsentido de parte de la sociedad actual, y que no es Italia claramente, sino el mundo. Una sociedad cuyos valores no son los sentimientos, o el sentido de familia, sino en todo caso la fama, el dinero y el poder. La cual está más preocupada por tener, que por ser, o para preguntarse –en todo caso- para que vinimos al mundo.

Todo esto subyace en tono de comedia, aunque no obstante todos sus personajes deban perderse a sí mismos, para saber quiénes son, y cuáles son sus razones para vivir de acá en más. En síntesis, una convencional Commedia all’italiana con lugares y situaciones comunes, pero que sin lugar a dudas cumple con el objetivo de entretener, y algo más.