Buenos vecinos

Crítica de Horacio Bilbao - Clarín

Parodia y cinismo bien aceitados

Zac Efron y Seth Rogen encabezan el elenco de esta muy divertida comedia con la inmadurez en el centro de la escena.

Malditos prejuicios. Todo en Buenos vecinos, el nuevo filme de Nicholas Stoller (uno de los responsables del regreso de Los Muppets) hace presagiar que se trata de un blef , de una típica comedia yanqui con argumentos gastados y triviales. Otra de vecinos enfrentados que no divierte a nadie.

Error. Aunque la película camine a veces por la cornisa, nunca se cae. El tono paródico del argumento, la mirada cínica del director, un reparto con roles bien aceitados, más una serie de guiños ocurrentes y bien logrados la convierten en una pieza fresca, rara avis para la comedia actual. Lisérgica por donde se la mire, la historia arranca con Mac (Seth Rogen) y Kelly (Rose Byrne) asumiéndose y reconociéndose cual pareja de recién casados y flamantes padres. Bien conectados, sobreactúan su falta de espontaneidad hasta cuando tienen sexo y van relatando casi todo lo que hacen con la naturalidad de lo ficticio. Son ellos mismos, pero también son una sátira ocurrente de una pareja media en un momento bisagra, el de asumir ciertas responsabilidades.

A partir de allí el argumento ya no existe. O más bien se reduce a un enfrentamiento disparatado con sus nuevos vecinos. Una logia, una fraternidad cuidadosamente descontrolada que vive de fiesta en fiesta y ocupa justo la casa de al lado. A la cabeza de Delta Psi, que así se llama la fraternidad, están Teddy (Zac Efron) y Pete (Dave Franco). Son jóvenes, desenfrenados y capaces de hacer los mil y un chistes sobre penes o desfilar en los jardines en una hilarante fiesta Robert De Niro, parodiando los éxitos del actor. Sí, hasta eso logra Buenos vecinos, recurrir al lenguaje metacinéfilo sin perder el rumbo (Mientras maduran como pareja, Mac y Kelly arman un calendario disfrazando a su bebita de Heisenberg, rodeado de anfetaminas azules, la que cocinaba Walter White en Breaking Bad).

Visto con un prisma social, la inmadurez está en el centro de la escena. El contagioso descontrol de sus vecinos adolescentes desafía a la joven pareja. Oh novedad, en el siglo XXI la adolescencia puede ser eterna. Vamos a exagerar un poco, pero la versión nada trágica y menos literaria de esta comedia ofrece una mirada sobre un tema universal como lo hace desde otro lugar Los años de peregrinación del chico sin color, una de las últimas novelas de Haruki Murakami. Puede ser trágica o cómica la situación de saltar de una etapa de la vida a otra, el duelo por lo que ya no seremos. Y acá da para reírse y para lecturas varias. ¿Quién no se niega a admitir que parte de su vida se acabó?

Anárquica, la película está en la saga de películas sobre las vecinos, en la no menos extensa lista sobre logias juveniles, y en la también ultraexplorada del fin de la juventud. De todas sale bien.