Buenos vecinos 2

Crítica de María Inés Di Cicco - La Nueva Provincia

Si no puedes combatirlos, ¡únete a tus vecinos!

Con Chloe Grace Moretz y la participación de Selena Gómez, “Buenos vecinos” ofrece una nueva entrega.

Una comedia escatológica muy yankee, de esas que poco interesan al público argentino.

De este modo se podría describir a Buenos vecinos 2, siempre y cuando se descarte el hecho de que en el elenco de esta secuela vuelve a participar Zac Efron, como contrafigura de Seth Rogen y Rose Byrne, y se agregan las estrellas juveniles Chloe Grace Moretz en el co-protagónico, y Selena Gómez en una participación especial.

Calificada para un público mayor de 13 años (con reservas), son precisamente los adolescentes y de un poco de más edad, el objetivo de una película que camina por la vereda de la denominada "nueva comedia americana", bizarra, desmadrada y sexual, para reencontrar al matrimonio Radner con su ex vecino Teddy Sanders, un adulto joven y con dificultades para conseguir un buen empleo a partir de la condena recibida por los desmanes producidos en la entrega anterior.

A punto de vender la casa donde fueron blanco de una fraternidad de universitarios descontrolados al mando de Sanders, los Radner se ven ahora obligados a aliarse con él para combatir a un nuevo grupo, las chicas de la recién estrenada hermandad Kappa NU, cuya premisa es hacer valer el derecho de las mujeres de disfrutar de fiestas alocadas y a su modo.

Mucha piel, mucha droga abiertamente aceptada en una sociedad que --todavía y en lo formal-- guarda algunas distancias con la nuestra, aparecen como parte de un combo varias veces repetido desde las Porkys de los ´80 a las American Pie de los 2000 a 2012.

¿Terminará Buenos vecinos por convertirse en otra saga de culto? Por ahora, el trío Rogen-Efron-Byrne parece dispuesto a explotar la cada vez más disimulada pero no por ello menos existente brecha generacional. A las órdenes de Nicholas Stoller, se ridiculizan y ríen de sí mismos frente a los más jóvenes, pero a la vez, opacan el potencial de la oferta que lideran en favor de una sobrevaluada bizarridad.