Buena suerte, Leo Grande

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

A veces, no siempre, las claves para dirigir una comedia son saber dónde articular, o manipular, al espectador. En qué circunstancia conviene que una línea de diálogo dicha por un actor surta más o menor efecto también depende del intérprete. Bueno, en Buena suerte Leo Grande la realizadora Sophie Hyde toma el guion de Katy Brand y le da a Emma Thompson probablemente el mejor papel de su carrera.

Y Thompson nos ofrece una de las mejores performances que le hayamos visto, de La mansión Howard a Lo que queda del día, pasando por Sensatez y sentimientos.

Claro, ésas no eran comedias, y Buena suerte Leo Grande combina el género con el drama.

Porque una mujer viuda, jubilada, que nunca conoció el orgasmo, es cosa seria.

Así llega Nancy a la habitación del hotel que reservó. Se la nota inquieta, nerviosa, hasta que golpean a la puerta. Es el Leo Grande del título, un joven apuesto, de buenos modales. Un trabajador sexual con el que, en distintas sesiones -si Nancy pasa la timidez y se atreve- podrá conocer el placer.

De eso trata la película, de inhibiciones, pero no solamente sexuales, sino, y mucho más importante, de la mente, de la conciencia de Nancy. De su persona total.

La comedia dramática no dura más que una hora y media y allí, encerrados entre cuatro paredes, Nancy y Leo hablarán, discutirán, se conocerán y desnudarán sus mentes y, literalmente, sus cuerpos.

Es que Nancy, exmaestra, nunca hizo el amor más que con su difunto esposo, y se ha decidido, aunque murmure que le parezca absurdo, por fin, a experimentar. A sentir. No tiene mucho dinero, pero tiene una necesidad como de superación personal. Es culta, curiosa, bien intencionada y locuaz. Muy locuaz.

Del otro lado de la cama está Leo (Daryl McCormack, que interpreta a Isaiah Jesus, de la banda de la serie Peaky Blinders), un hombre sensible al que ella contrató online, y que es tolerante, amable, complaciente. Notamos que, en su corta vida como acompañante, ha vivido de todo, y si Nancy balbucea, él la mirará comprensivo.

Pero sabe cuál es la finalidad de la relación: es una transacción. Nancy pagó por algo, y él mantendrá su sonrisa y sus modos para satisfacerla. Claro, sin obligarla a nada.

Aunque Nancy tenga su listita de prioridades sexuales.

La infelicidad y sus decepciones brotan rápido de la boca y los movimientos de Nancy, que por momentos se siente a sí misma como si estuviera dando una clase de escuela primaria. Claro, es mucho tiempo, y son muchos los años que le lleva a Leo (ni ella se llama Nancy, ni él Leo) y las diferencias generacionales también tendrán que ver, y harán lo suyo.

¿O no?

Buena suerte Leo Grande es una película de actuación, claro está. Y sin estos dos magníficos aportes que dan Thompson -seguramente próxima candidata al Oscar- y McCormack no estaríamos hablando probablemente de las mismas maravillas. El tono entre comedia y drama termina volcándose hacia el primero, aunque el análisis de la importancia del sexo y las relaciones esté ahí, dicho sin filtro, como cuando uno hacía un café y volcaba el agua hirviendo.

Aquí nada hierve, ni metafórica ni literalmente, porque está todo puesto en su punto justo para no quemarse y disfrutar de una infusión, sabrosa y calentita.