Buena suerte, Leo Grande

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

Escrita por Katy Brand y dirigida por Sophie Hyde, Emma Thompson se luce con un protagónico junto a Daryl McCormack que pone en foco la sexualidad, el deseo y el placer.
El sexo no es el centro de nada pero a veces alcanza para correr al mundo de su eje.
Marina Yuszczuk
Nancy es una mujer que enviudó no hace mucho y el encontrarse sola, con hijos grandes que a veces ni siquiera le caen bien, se empieza a cuestionar sus decisiones. Como docente de una escuela religiosa y casada con un hombre conservador con quien el sexo siempre fue de la misma tradicional manera, siente que aunque sea tarde, porque se mira al espejo y no ve a la mujer joven y atractiva que fue, quiere conocer aquello que se perdió, que para tantas mujeres parece algo normal y parte de la vida cotidiana. Ni siquiera sabe si conseguirá llegar al orgasmo una vez, es algo que si no consiguió hasta ahora cree que quizás ya no sea para ella, pero no por eso se va a privar de experimentar cosas tan corrientes como el sexo oral o ponerse ella arriba del hombre para el acto sexual.
Para eso, Nancy toma la decisión de contratar los servicios de un hombre joven y atractivo. Leo Grande es una persona que aprendió mucho de su oficio, que la respeta, la escucha y que no pretende solamente irse con el dinero por el turno contratado. A través de unos pocos pero intensos encuentros, tanto Nancy como Leo se irán desnudando, de modo más metafórico que literal, y se plantearán sus posiciones: la mujer que reconoce haber sido víctima de una sociedad cerrada y el hombre que se entiende como trabajador responsable sin sentir vergüenza de hacer lo que hace. En el medio, el corazón, está ella: la mujer que reconoce que el placer le brinda hasta una sensación de poder que nunca había experimentado. Pero cómo podía acceder a él sin descubrirse antes a sí misma. «El erotismo es una de las bases del conocimiento de uno mismo, tan indispensable como la poesía», escribió Anaïs Nin.
Toda la película se sucede casi en una misma locación y está armada a través de largas escenas que, a excepción de la última, los tiene solo a ellos dos como protagonistas. Que podría ser una obra de teatro, probablemente. Hay muchos diálogos hasta llegar a una especie de catarsis. Pero Hyde consigue en esos rostros y en esos cuerpos, en ese cuerpo real de Emma Thompson, generar mucha intimidad. Le brinda a la reconocida actriz uno de los mejores papeles de su carrera en los últimos años porque le da la posibilidad de mostrarse como una mujer real, llena de fallas y contradicciones y no por eso menos genuina y humana, y atractiva y sensual. Una mujer a la cual le cuesta mirarse y mostrarse, temerosa de la vejez y añorada de la juventud que dejó atrás, pero lo suficientemente abierta como para aceptar que así como los tiempos las personas también cambian.
El personaje de Leo Grande es otro acierto. Quien se convierte en una especie de psicólogo cuando busca que ella se suelte y pueda entrar en confianza, pero también quien esconde un pasado doloroso que no dejó que lo domine. Alrededor de él se genera un interesante debate: el del trabajo sexual como, justamente, un trabajo. Personas que eligen brindar ese servicio y que añoran en algún momento estar protegidos y ser reconocidos como tales.
Ambos, a veces insoportables ella con sus inseguridades y él con su caballerosidad, funcionan en esos encuentros y desencuentros que les permiten de a poco ir quitándose las corazas y, sobre todo, los prejuicios. Todo esto con una mirada audaz, adulta, inteligente, sensible, con pizcas de incomodidad pero también de humor; gotas que terminan de pintar la película.
Buena suerte, Leo Grande presenta una mirada actual sobre el sexo y el goce exponiendo además el tema de la edad. Y no hay muchas historias que consigan crear personajes femeninos de esa edad tan palpables y despojados de los lugares en los que suelen caer: la madre, la tía, la abuela, la vecina, etc. Hyde le da a Emma Thompson la posibilidad que no muchas actrices a su edad suelen tener, y menos en un cine que suele ser una oda a la juventud (aunque quizás ahí entre en juego que la película sea británica y no norteamericana).
De una premisa que parece simple, la película aun en el encierro de ese cuarto se abre y despliega ideas que suenan y resuenan. Una propuesta encantadora que le ofrece a la cartelera, en especial después de las vacaciones de invierno, la posibilidad de mirarse y reflejarse.