Buena suerte, Leo Grande

Crítica de Ignacio Dunand - El Destape

La fórmula justa para tener un buen orgasmo

La película dirigida por Sophie Hyde con una brillante Emma Thompson barre con prejuicios y tabúes sobre quienes son trabajadores sexuales, a través de un relato sincero sobre los aspectos más conflictuados de las relaciones humanas.

No hay nada más placentero que el calor que antecede al orgasmo, estallido de fluidos que provoca placer y es producto del goce de uno o más participantes en el sexo. Esta búsqueda íntima es el motor de arranque en Buena suerte, Leo Grande, brillante película de Sophie Hyde con Emma Thompson en su mejor momento actoral. Un filme provocativo, que fácilmente entra en el podio de las sorpresas del año.

Nancy Stokes (Emma Thompson) es una maestra de religión jubilada y viuda que desea aventuras de conexión humana, buen sexo y experimentar un orgasmo, estado que jamás alcanzó en sus relaciones con hombres. Para eso -y contra toda su mole de prejuicios- contrata a Leo Grande (Daryl McCormack), un atractivo trabajador sexual, y en una habitación rentada se dispone a dar rienda a sus fantasías....si sus mandatos y creencias no la boicotean. Buena suerte, Leo Grande es una crónica de los encuentros íntimos entre Nancy y Leo, y del crecimiento vincular y la confianza que se teje entre estos dos personajes no tan diferentes como parecen.

Sería demasiado simplista calificar la película de comedia dramática con ribetes románticos. No. Buena suerte, Leo Grande es más ambiciosa en su búsqueda: los diálogos inteligentes y el sexy juego interpretativo de Thompson y McCormack destapan un lenguaje mucho más complejo que une las historias de dos personas atravesadas por conflictos no resueltos y anhelos sin cumplir. A la vez, ofrece una notable representación de las mujeres maduras en el cine con planos de desnudos reales que escapan de los moldes normados con las figuras y cuerpos "estéticamente bellos", promovido en centenares de películas y series de Hollywood.

Buena suerte, Leo Grande es irresistible aún en sus momentos previsibles. Conmueve y mantiene un tono de belleza enternecedora por fuera de cualquier encorsetamiento narrativo. Es una dosis justa de buen goce cinéfilo.