Bruja

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Pueblo chico, infierno grande. Selena es una misteriosa mujer que justamente al vivir en un pequeño pueblo, sola con su hija -que ha tenido como madre soltera-, sabe lo difícil que es lidiar con todos los prejuicios de vecinos y pueblerinos.
Ella se encuentra estigmatizada no sólo por ese hecho puntual de haber criado a su hija completamente sola, sino fundamentalmente por todos los rumores que la señalan como una mujer con poderes especiales, y que a través del manejo de hechizos ancestrales, ha logrado solucionar muchos de sus problemas, utilizando la más pura magia negra.
“BRUJA” es el nuevo filme de Marcelo Páez-Cubells, luego de “Omisión” (2013) y “Baires” (2015) y así como anteriormente había incursionado en el cine de género mediante el thriller y el cine de aventuras, ahora el relato se encuentra inscripto dentro del género del cine de terror que se mezcla con una atmósfera de suspenso y hechos sobrenaturales.
Después de un gran inicio, con la participación de Rita Cortese, que remite a la niñez y al legado de magia que recibe la protagonista – “Este es nuestro poder y nuestra maldición” le recuerda en ese momento-, la trama se centra en la actualidad, en el vínculo de Selena con su hija y el enfrentamiento con ese pueblo que las vive hostigando y señalado.
Pero, de repente, la quietud del pueblo se ve amenazada por un hecho de graves implicancias.
Belén, la hija de Selena (Miranda de la Serna, hija de Rivas en la vida real) junto con algunas amigas del colegio son engañadas y secuestradas por un grupo de delincuentes dedicado a la trata de menores.
Obviamente Selena extremará todos los medios para encontrar a su hija y deberá recurrir a todos sus rituales de protección y a su universo esotérico. “BRUJA” inicia con buenas intenciones en un terreno y un género poco frecuentados en el cine nacional, pero a los pocos pasos comienzan a evidenciarse sus serios problemas de estructura.
Si bien el filme cuenta con sólidos rubros técnicos y se presenta como una propuesta visualmente atractiva, el abuso reiterado de los fondos generados con los “cromas” que en ciertas ocasiones se hacen demasiado notorios junto con algunos efectos visuales que no terminan de funcionar (efectos de humo y fuego, luces y hechizos en plena “noche americana”), van empobreciendo la trama a medida que avanza la historia.
Justamente con el devenir de los acontecimientos, el guion comienza a presentar agujeros, decisiones arbitrarias y deja libradas al azar algunas subtramas que había comenzado a delinear al inicio. Como figura masculina que acompaña a Selena en esta búsqueda, aparece Pablo Rago como el padre de una amiga de Belén, personaje que pareciera no tener un rumbo definido y ese zigzagueo dentro de la historia le quita peso y fuerza.
Lamentablemente Rago suma otra actuación que no logra convencer (luego de las irregulares “El sonido de los Tulipanes” y “Viaje inesperado” de Jusid). A la luminosa actuación de Miranda de La Serna, se suman dos secundarios interesantes: los de Fabián Arenillas y Guillermo Arengo que hacen lo que pueden con un guion que no hace justicia con casi ninguno de sus personajes, sometiéndolos a algunos diálogos y situaciones poco verosímiles y que parecen haber sido construidas dentro de la historia sin demasiada organicidad.
Pero justo donde podría haberse lucido como una villana memorable, Leticia Brédice como la “jefa” de la organización que prostituye menores, aparece completamente desbordada, con un registro que no condice en absoluto con el resto de las actuaciones de la película (no estamos frente a un grotesco o a una farsa y parece que nadie se lo hubiese avisado…) y esa caricatura que compone, hace imposible seguir la historia con algún ribete de verosimilitud.
Queda entonces completamente desaprovechada, la idea sumamente interesante que tenía la historia de poner a una mujer al frente de la banda, justamente en un tema tan sensible como la prostitución juvenil.
Sin embargo, la actuación de Brédice es tan desatada y exagerada que echa por tierra cualquier intención de la historia de otorgarle un rol preponderante a esa villana, permitiendo redefinir otra faceta femenina de las tantas que plantea la película, en una época donde pueden abordarse estas miradas de mujer desde diferentes ámbitos (el papel de bruja está claramente atado a aquellas mujeres que han sido perseguidas a través de la historia, la maternidad, la mujer como objeto sexual, las adolescentes).
En el centro de la historia Érica Rivas es Selena y su composición es de lo más destacado de la película de Páez-Cubells.
Ella lograr tornar convincente a esa extranjera en su tierra, a la “diferente” y a esa madre que no dudará un solo minuto en usar todos los recursos que tenga a su alcance para poder recuperar a su hija. Con un diseño de vestuario que le aporta gran sensualidad a su personaje, Rivas compone a una (anti)heroína poderosa, potente, sin caer en ningún momento en ninguna exageración, siempre sobre el filo y contenida.
Pero aún una brillante actuación de Rivas no alcanza para que todo lo que “BRUJA” propone en su inicio, logre su fin y en definitiva, nos invade esa sensación de que la historia rápidamente ha quedado a mitad de camino.