Brooklyn

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Melodrama dulzón, con una gran Saoirse Ronan

Basada en la novela homónima de Colm Toibin, editada en 2009, he aquí la historia sentimental de una joven inmigrante irlandesa a comienzos de los años 50, cuando la posguerra se hacía sentir. Su hermana decidió para ella la posibilidad de un futuro mejor, y para sí misma el sacrificio de quedarse con la madre. Nada de lloriqueos. Más bien entereza y reserva emotiva, aunque la procesión vaya por dentro, llorando a mares.

Así transcurren las despedidas, el duro viaje, la adaptación a una nueva vida en un pensionado de señoritas, cuidada por la dueña rígida pero comprensiva, y por el cura de la parroquia, que le consigue trabajo y le impone un curso de contabilidad para que progrese. "Necesitamos chicas irlandesas en Brooklyn", dice el cura, con la esperanza de afianzar la raza. Pero a ella le tienta un chico italiano. El problema es que, a cierta altura, debe visitar a su madre y su pueblo, y ahí le tienta un chico irlandés.

No se trata sólo de un noviazgo. Detrás también está lo que cada uno significa: americanizarse o volver al pueblo. Ese y otros conflictos se ilustran con una bonita fotografía, linda ambientación, muy linda selección de intérpretes, en caracteres bien representativos, y pudorosa exposición de conflictos. Esos caracteres pueden acercarse a la caricatura, pero no derrapan. Hasta las "viejas malas" tienen su parte de razón en lo que dicen. Y sus intérpretes las vuelven memorables. Allí están Brid Brennan como la "señorita Kelly", temible dueña de un negocio y de las almas de sus clientas y dependientas, Jane Brennan como la madre, que lógicamente también debe pensar en sí misma, y la más conocida Julie Walters como la dueña de la pensión, vigilante pero a veces también cómplice. Muy bueno el personaje del cura, a cargo de Jim Broadbent. A lo que se suman Emory Cohen y Domhnall Gleeson como los noviecitos, y un lote de actrices jóvenes digno de crédito.

Encabezando ese reparto, aparece Saoirse Ronan, la Agatha de "El Gran Hotel Budapest", con su capacidad de transformación, su carita redonda, los ojos claros, la expresión intensa, que va pasando de la timidez y el acatamiento al paulatino descubrimiento de libertades y nuevas responsabilidades, que debe tomar por decisión propia (y qué problema es decidirse, en este caso). Ella es la mayor riqueza de la película. Muy merecida su candidatura al Oscar. Dirección, John Crowley. Adaptación y guión, Nick Homby. Ahora, dicen que la novela de Colm Toibin es otra cosa, más profunda, más dura, más reflexiva, mucho menos dulzona. Será cuestión de leerla.