Brigada A

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

Simulación de la alegría

Brigada A fue mi serie de la niñez. Y si bien tengo un recuerdo positivo de aquellos días frente al televisor, hace más de 20 años que no veo un capítulo: estoy más que seguro que de volver a verla, sufriría una gran desilusión -como hace poco me pasó reviendo un capítulo de He-Man-. Pero uno no puede renegar de su pasado, no al menos de esa clase de pasado, se entiende. De lo que recuerdo, tengo en la mente un producto sólido, con una buena dosificación de acción y comedia, y que sobresalía principalmente por la química en el reparto y unos personajes carismáticos, sobre todo el Aníbal Smith de George Peppard. Y supongo que habría una celebración de lo norteamericano como paradigma de la libertad, pero era muy pequeño uno para andar haciendo esas lecturas.

Como no soy un nostálgico empedernido, el traspaso de la serie a la pantalla grande no me generaba demasiada excitación. En todo caso era un poco de curiosidad por ver de qué manera se releía un producto que, más allá de todo, tenía a su favor cierta capacidad para acomodarse a cualquier época: Brigada A no necesitaba demasiado aggionarmiento, con saber contar fluidamente una de acción con toques de comedia, que involucrada planificación a lo Misión: imposible, pero con mucho más artificio, alcanzaba y sobraba. Brigada A siempre fue eso: una relectura un poco satírica de Rambo -los militares perseguidos por su propia institución- con la estructura de Misión: imposible: un hecho, la llegada de los héroes, su caída y su posterior recuperación alrededor de un plan genial pergeñado por Smith.

Su estructura era tan básica que lo primero que hay que decir es que si de algo no podemos culpar a Brigada A, la película, es de faltarle el respeto al original. Aquí están todos los elementos e, incluso, un plus a partir de la tecnología con la que se cuenta ahora para filmar escenas de acción. Y en Brigada A las escenas de acción siempre fueron fundamentales: más allá de la espectacularidad de las imágenes, lo que importaba era la planificación y, más aún, cómo ese plan era vulnerado y los héroes tenían que improvisar -siempre exitosamente- en el acto. Era eso, y no otra cosa, lo que mantenía al espectador expectante: una movida magistral similar a la de los actos de magia.

Algo de eso hay en esta película. Hay al menos tres secuencias de acción que se valen de estos elementos para construir tensión y, desde la espectacularidad, hay una gran escena a bordo de un tanque de guerra que cae en picada desde un avión, que es una maravilla por su inventiva, su coreografía y su capacidad para fusionar los elementos habituales: el humor y lo increíble. Pero este instante luce, además, porque allí se observa una libertad y plasticidad en el uso de la tecnología que no se verá en el resto del film. Es una escena feliz, desbordante y que parece metida con calzador.

Pero esta Brigada A tiene dos problemas insalvables: uno es la cantidad de hechos que se quieren contar (los magníficos se conocen; pasan ocho años y están en una misión que sale mal y por la que son condenados; escapan de la cárcel; buscan vengarse de quienes los metieron en prisión) y la excesiva recurrencia a la pirotecnia para mantener al espectador interesado; lo otro es la fallida construcción de personajes que sólo funcionan si uno vio la serie. Y la película se pone peor cuando ambos inconvenientes se complotan para minar el interés en lo que pasa.

El proyecto tuvo demasiadas idas y vueltas, lo que hacía suponer su medianía o que al menos estaría demasiado manoseado. Nunca hubo certeza respecto del tono que se le quería dar, si una de acción dura y pura o, en plan reversión de Starsky y Hutch, una mirada lúdica más cercana a la comedia. La definición por un director como Joe Carnahan, competente pero sin atisbo de gracia o plasticidad, perfiló una de acción, tal vez no tan dura, pero insuficiente cuando quiere relajarse (veamos aquí cómo el montaje acelerado atenta contra los arrebatos cómicos). Como dijimos, salvo en la escena del tanque o en un delirante secuestro en las alturas, el resto podría tratarse de cualquier tanque de acción más o menos competente, pero sin brillo.

Brigada A quiere disimular con movimiento constante sus agujeros de guión. Carnahan no es Paul Greengrass, que con Bourne demostró cómo debe ser una película física. Está claro que los personajes de Brigada A son acción, pero también reflexión a partir de su estereotipo, y aquí salvo el Smith de Liam Neeson, que es quien pergeña cada plan, el resto de los personajes carece de ángel. Como los planes del equipo están en la cabeza de Smith, es indudable que el ritmo del film es Smith. Su figura adquiere algo del carisma y del liderazgo del original, aunque tampoco Neeson tiene la simpatía de Peppard. Sin embargo donde más se puede observar esta falencia es en el Murdock de Sharlto Copley: su loco está jugado en el límite del grotesco sin demasiado sustento; aquel era un tipo con rasgos de insanía pero sumamente astuto, y este apenas un imprevisible y caótico que no se entiende bien por qué Smith lo recluta. Otro tanto ocurre con Mario Baracus, cuyo rol de tipo hosco es apenas un apunte como para justificar que es una adaptación de la serie.

Una situación que se da muy seguido, tal vez demasiado, en la película y que demuestra que las cosas no están funcionando es la siguiente: los cuatro magníficos escapan en algún tipo de vehículo y, en medio de la acción, Carnahan recurre a planos cortos de los rostros de ellos gritando o riendo, en el caso de que escaparan de milagro. Así se pretende reforzar la idea de grupo, de química entre ellos, cuando en verdad lo único que se ve es a cuatro tipos entre excitados y eufóricos a bordo de un vehículo. Y esto es paradigmático: ya sea con gritos o con explosiones, la película quiere tapar su falta de ideas y de gracia. Y no es que Brigada A sea una mala película, pasa que no luce demasiado, ni siquiera como tanque de acción. La Brigada A de Joe Carnahan es apenas un producto correcto y profesional; el borrador de un gran entretenimiento que tal vez venga en el futuro.