Borrando a papá

Crítica de Matías Gelpi - Fancinema

Falaz

En mayo, mediante su productora San Telmo producciones, Gabriel Balanovsky había estrenado Mujeres con pelotas, un documental que retrata el trabajo de Mónica Santino al frente de los grupos de fútbol femenino de Las aliadas, en la Villa 31 y el Centro de la Mujer en Vicente López. En la crítica publicada en FANCINEMA el 8 de mayo, la cual puede leerse acá, Rodrigo Seijas señalaba lo irreprochable del trabajo de Santino pero también la ineptitud de los realizadores para sostener desde la forma, la bandera del documental sobre la lucha contra discriminación de género. Al final de su nota Borrando la violencia de género, publicada en Página/12 el 16 septiembre, Luciana Peker escribe: “el primer film de Gabriel Balanovsky fue Mujeres con pelotas, en donde retrata el excelente trabajo de Mónica Santino al frente de los grupos de fútbol femenino de Las aliadas, en la Villa 31 y el Centro de la Mujer en Vicente López. Balanovsky no tuvo el tacto o el tiempo (en seis años) de contarle a Mónica -desde 2008, cuando la conoció- que la película iba a formar parte de una saga ideológica en base a su concepto de discriminación de género, en donde los agresores serían colocados como discriminados”. Es interesante ver cómo este párrafo de la buena nota de Peker complementa los argumentos que Rodrigo había esgrimido en contra de Mujeres con pelotas sin saber siquiera de la existencia de Borrando a papá. Sin duda estamos ante una saga ideológica basada en prejuicios que, sobre todo en este documental, se muestran más insidiosos que nunca.

Borrando a papá es un film vergonzoso en varios niveles. Ya señalamos en principio los problemas con la visión de la violencia de género que plantea, pero además podemos agregar la torpe y obvia manipulación que hacen de los testimonios y el material que utilizan para la estructura del film mediante el montaje que, por momentos, hace acordar a los peores informes de algún programa de Diego Gvirtz o a Bendita TV. Y ni hablar del cinismo mediante el cual va construyendo su discurso que pretende convertir en víctimas a quienes por lo menos estadísticamente casi nunca lo son. También podemos hablar del uso del recurso, cuanto menos cuestionable, de la cámara oculta que siempre deja indefenso al que está siendo engañado, y a poner en situación a los padres-víctimas que siempre hablan a punto de quebrarse y llorar con una sobreactuación ridícula.

No habría problemas con Borrando a papá si, por ejemplo, sus realizadores se hubieran limitado a profundizar en los casos donde por desidia, burocracia o la simple mirada parcial de los responsables, algunos padres se hayan visto injustamente alejados de sus hijos. Sin embargo, así como está planteado, con verdades a medias, con la manipulación de los testimonios, y sobre todo la ridiculización de las pocas voces que aparecen en pantalla en contra de la tesis del documental, lo que Borrando a papá denuncia es inevitablemente falaz.