Border: Sentí algo hermoso

Crítica de Nicolás Ponisio - Las 1001 Películas

Naturaleza animal.

Con una belleza visual y narrativa, el director de origen iraní Ali Abbasi se sirve de elementos de géneros reconocibles para deformar un relato que de convencional tiene poco o nada. La historia se centra en Tina (Eva Melander) una mujer que además de su particular fealdad física, en apariencia causada por una deformación cromosómica, posee un marcado instinto animal primitivo, el cual le permite trabajar en el control de aduana gracias a su extraordinaria capacidad olfativa de captar olores y sensaciones que el común de los humanos no reconoce, como la culpa, la ira o incluso yendo más lejos percibiendo rastros de pedofilia al oler un pendrive. Con una calma descriptiva, Abbasi construye y nos muestra la vida de esta mujer, más en contacto con el entorno salvaje que socialmente, naturalizando los comportamientos primitivos que en primera instancia podrían alejar al espectador de la protagonista y volviéndolos hermosos elementos de comprensión para con ella en la forma de un cuento de hadas sobre la búsqueda de identidad.

Tina se halla sola, sin más que la compañía de un hombre que vive con ella dedicándose la mayor parte del tiempo a criar perros de exposición, o las visitas que ocasionalmente le hace a su padre en el geriátrico. Pero es a partir de que conoce a Vore (Eero Milonoff), un hombre con la misma particularidad física que ella, que la mujer posee por vez primera una relación con alguien que la entiende y la ve sin prejuicio alguno. De esta manera, el relato apela a los condimentos románticos pero trastocados por la extrañeza de sus personajes, lo que hace que todo elemento convencional sea eliminado, desconcertando al espectador sin nunca poder adelantarse a los hechos de la historia. Así, con el lenguaje de lo conocido, Abbasi ofrece algo que se percibe nuevo y original.

El guion, basado en la obra del escritor sueco Jon Lindqvist, responsable del clásico vampírico Déjame entrar que tuvo dos versiones cinematográficas y que también apelaba a lo fantástico dentro de lo cotidiano, se desarrolla de una manera poética y provocativa jugando con los géneros pero también con un notable uso de la importancia de los instantes. La descripción geográfica acompaña y transmite una amalgama de sentimientos que refuerzan el lugar en el mundo que ocupa Tina y su incapacidad de ser del todo parte de él pero que encuentra su lugar junto a Vore y la liberación de ambos en contacto con la hermosura indescriptible de los bosques de Suecia, sumergidos en su espesura lejos de la mirada de aquellos que los ven como aberraciones.

Anclada en las leyendas nórdicas de los Trolls, criaturas malvadas de los relatos fantásticos, la historia busca marcar una diferencia ante la aceptación del distinto, del marginado social, dotándolo de un realismo mágico tanto extraño como encantador. Esto lo logra con el romanticismo apasionado de Tina y Vore, con el salvajismo de sus encuentros —lo que incluye una de las escenas sexuales más raras e intensas de la historia del cine- y con el respeto por la vida silvestre en contraposición al aberrante comportamiento humano representado a través de la red de pedofilia a la que Tina ayuda dar caza.

Tina es alguien que busca constantemente saber quién es; su búsqueda de identidad la lleva a percibir lo bueno y lo malo de la naturaleza humana y todo lo que a la vez conlleva aceptarse como un ser de bien y poder desechar la maldad de su propia especie. Detrás de toda incomodidad que puede ocasionar estar ante Tina y su particular comportamiento, el director afea las situaciones con el fin de encontrar en los rasgos y actitudes primitivas el reconocimiento de quien se siente un extraño. En los tristes ojos de Tina se encuentra la mirada humana que la hace un ser sensible, que debe aprender a aceptarse a sí mismo, en vez de proyectarse en los ojos del otro. De igual manera, la responsabilidad del espectador se encuentra en observar y comprender al otro y auno mismo. De esta manera, el film de Abbasi comunica y transmite con fuerza sin la necesidad de que sus espectadores posean un desarrollado olfato.