Border: Sentí algo hermoso

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

El nombre de John Ajvide Lindqvist seguramente no suene para nada conocido, sin ninguna otra referencia que lo contextualice.
Pero cuando hablamos del autor de “Déjame Entrar” la novela que dio lugar a la gran adaptación cinematográfica sueca de 2004 que luego tuvo su remake en el cine americano, el clima logrado con esa niña vampiro, ya nos despierta cierta curiosidad para asomarnos a su próximo trabajo, que se potencia más aún con sólo ver el tráiler de “BORDER”, basada en un cuento corto de este mismo autor que tiene ciertos puntos de afinidad con ese universo que es donde parece que Lindqvist se siente más a gusto.
La película se inicia típicamente dentro del suspenso psicológico para luego ir mutando a medida que transcurra la historia, no solamente por las situaciones que genera Lindqvist desde el guion, sino por las diversas decisiones estéticas que toma el director, Ali Abbasi –de sorprendente madurez por ser su segundo filme-, precisas y contundentes.
Es así como “BORDER” no se instala ni en el suspenso, ni en el género fantástico, ni en el drama ni en el romance, ni en el thriller ni en el policial, sino que va mezclando todos los géneros, buscando generar y construir(se) una identidad propia.
Gracias a la claridad con la que el dúo Abbasi-Lindqvist maneja las riendas de la historia, en ningún momento se percibe como que los protagonistas pierdan el rumbo –aún en sus giros argumentales más extremos- generando una sensación de híbrido sino que, por el contrario, trabaja con una puesta en escena que subraya aún más el enrarecimiento paulatino dentro del clima en el que se sumergen los personajes.
En las primeras escenas conocemos a Tina, una agente de aduana que trabaja en el aeropuerto intentando detectar alguna irregularidad en los pasajeros que ingresan al país. Tiene un olfato tan extraordinario que puede oler el miedo, la culpa, la vergüenza, el delito.
Sencillamente con alguien que pase a su lado, puede detectar con completa exactitud lo que esconde en su equipaje o lo que lleva consigo que no está permitido, tal como sucede con un pasajero que esconde en un pendrive fotos y documentación que ponen al descubierto una red de pedofilia (y servirá para plantear, más adelante, los límites del ser humano para dañar a sus semejantes).
Ya desde su aspecto físico, Vera no es completamente “humana”. Su cara más parecida un simio que a un humano, labios y nariz prominente y ciertas deformidades en sus rasgos, la presentan, a simple vista, con rasgos animales.
Y sobre este dilema moral (¿ser o no ser humano? ¿Qué es lo que nos define como tales? ¿Nacer humanos o hacerse humanos?), se erigen los cimientos de todo lo que “BORDER” querrá contarnos posteriormente.
Más allá de una deformidad física como se presentaban en los dramas más clásicos como “Máscara” de Peter Bogdanovich o la reciente “Extraordinario” con Julia Roberts, el conflicto que plantea Abbasi en el personaje de Tina es el profundo sentido de la búsqueda de una identidad propia, de la pertenencia, de poder moverse en un universo en donde ya no sienta que debe pagar el precio de ser la diferente, un enfoque más cercano al de David Lynch en “El hombre elefante” y su puja por sentirse humano.
Es por eso que cuando cumpliendo con sus funciones en el aeropuerto, se cruce con Vore –un hombre de dientes grandes, nariz prominente, uñas sucias, boca entreabierta y ropa desprolija-, todo su universo tiembla y Tina registrará la pérdida inmediata de su poder de percepción frente a esa presencia tan magnética como extraña, intensamente perturbadora, por la que se siente fuertemente atraída, encontrando en él no sólo una simple atracción física sino el encuentro de un igual, un par, un semejante, nuevamente se hace presente el sentido de la pertenencia.
El lazo especial que comienza a crearse entre ellos despierta facetas dormidas de Tina como su sexualidad, el contacto con el placer y el goce, terrenos en apariencia desconocidos, o al menos dormidos.
Es aquí cuando Abbasi juegue justamente con los límites –parafraseando y en alusión al título del filme- que le permitirán desplegar las escenas más osadas y a la vez creativas, innovadoras y perturbadoras de “BORDER”, irrumpiendo desde ese momento el halo fantástico que se instalará por el resto de la historia.
Pero, al mismo tiempo, los planteos de Vore hacen que entre en crisis todo un sistema de creencias con el que Tina se maneja y que, fundamentalmente, aparezca el conflicto de su identidad más básica: ¿ella es humana?.
Vore, para bien o para mal, corre los velos, despierta su letargo, la sacude y estrella su rutina frente a otro sistema completamente diferente al que en esencia, parece pertenecer.
“BORDER” se transforma en una fábula sobre los diferentes, sobre la animalidad y la naturaleza encerrada en cada uno de nosotros, sobre el instinto y la pertenencia.
Si bien durante el tercer acto, el relato fantástico se encarama con algunos giros que complejizan demasiado la trama y encierran algún planteo demasiado alejado del disparador inicial, la pericia del director y del guionista hacen que en el epílogo, la historia puede retomar el rumbo y dejar esa extravagancia que la hace sonar algo disonante, para volver a los instintos más básicos que vuelven darle una estructura al personaje central.
Como un gran desafío para todos los espectadores, “BORDER” propone un relato sinuoso, fantástico, complejo y de diversas lecturas en donde algunos podrán encontrar una historia de amor diferente, otros una alegoría sobre la animalidad del ser humano, la violencia dentro de cada uno de nosotros o el desprecio y la segregación a los diferentes.
Abierta a la polémica y a la multiplicidad de miradas, sorprendió también en el último Festival de Cannes en donde se alzó con el premio a la mejor película de la sección “Un certain régard” y estuvo muy cerca de acariciar una nominación al Oscar dentro del rubro mejor película extranjera (siendo sí nominada por el excelente trabajo de Maquillaje realizado por Pamela Goldammer).