Border: Sentí algo hermoso

Crítica de Leandro Arteaga - Rosario 12

Es peligroso descubrirse a uno mismo

Entre el realismo y su transgresión, el film del director iraní Ali Abbasi dialoga con el cine de terror, mientras hunde al espectador en una propuesta que es también una ratificación de las diferencias.

Premiado su director en Cannes (Un Certain Regard), con galardones internacionales y hasta una nominación al Oscar (Mejor Maquillaje), Border, la película del iraní Ali Abbasi ha reunido laureles suficientes. Y méritos no faltan. A partir del cuento del escritor sueco John Ajvide Lindqvist (el mismo de Let The Right One In, con dos versiones al cine), Border apela a un tono realista, y sin embargo con fisura suficiente como para creer que algo más hay, extraño y a la espera.

Tina (Eva Melander) trabaja en la aduana, en un puerto. Huele a quienes pasan por delante de ella. El trajín de gente es indiferente, pero ella, estólida, simplemente husmea. Y detiene a quienes señala. ¿Puede alguien oler de esta manera, y averiguar -por ejemplo- que alguien guarda en su teléfono imágenes que le incriminan? Sí, responde Tina a la policía.

Tina es grandota y de rostro extraño. Sus facciones causan cierto rechazo. No encaja en el estereotipo de belleza femenina.

Su vida transcurre en una casa sumergida en el medio de la foresta, junto a una pareja cuya única atención la constituye el bienestar de sus perros -bestiales, tendientes a la violencia-, cuidados con esmero para competencias. Toda una atención que contrasta con la que recibe la propia Tina. Sin embargo, ella lo tolera y se comporta como si fuese algo natural (¿ella como alguien tan amaestrada como los perros?). Evita las dentelladas, pero no tiene miedo. Por otro lado, Tina tiene a su padre en un asilo. Lo visita, y él no recuerda demasiado, cada vez menos. Pero la mira fijo, unos segundos, y sabe que se trata de su hija.

Ahora bien, Tina es grandota y de rostro extraño. Sus facciones causan cierto rechazo. La belleza no la acompaña, al menos desde determinados parámetros sociales. Hasta que alguien más atraviesa la calma y regular hilera de visitantes aduaneros. Ella huele, está segura de sí. Pero alguna contradicción hay. Su sentido tan fino no se equivoca, aun cuando nada lo incrimine al extraño. La revisión del control desmiente su certeza, ella se altera. Sus facciones lo dan a entender. Hay algo que la quita del letargo: cuando Tina y el extraño se miren, el encuadre será simétrico. Uno como reflejo del otro.

Es esa imagen devuelta la que comienza a obrar de modo inverso al habitual. Tina ve allí algo que la seduce, que la busca, desde maneras bruscas y con un saber que permanece a la espera de ser descubierto. Progresivamente, ella se sumerge. Y el film de Abbasi logra lo propio con el espectador, a partir de varias líneas narrativas. Como la que supone la investigación en la que Tina participa, tendiente a descubrir una red de pedofilia. Hallazgo de estupor -para el que Abbasi demuestra no tener imágenes posibles, sino sólo un prudente fuera de cuadro- que acciona sobre la pareja amiga que da a luz -a la cual Tina ayuda-, las preguntas que Tina hace a su padre sobre su niñez, y la maternidad que su cuerpo ¿extraño? presuntamente le niega.

El film brinda una historia que va más allá de lo que indica la superficie.
En este sentido, el trabajo de guión que Border manifiesta es preciso, atento a una variedad de líneas de acción que son, en esencia, variaciones de una misma idea. Vale decir: el nacimiento, el origen, el pasado y el devenir, están cifrados en cada una de ellas. El inicio del film ya lo exhibe, con el insecto que es cuidado por Tina, cuya vida resguarda. El desenlace le dará a esta acción su razón de ser, como complemento explicativo pero también metafísico. Es decir, hay acciones que no se sabe muy bien porqué se ejecutan, hasta que develan una interioridad que insiste y puja.

En otras palabras, y de acuerdo con lo que Border señalará en un momento preciso, la mejor manera de llegar a ese lugar soñado o coincidente con ciertos deseos, es la de estar dispuesto a dejarse encontrar. Un paraíso que contrastaría con la rutina y el invierno pronto a llegar. Tina viste de uniforme riguroso, pero nunca es más plena como cuando sin ropas se baña en su escondite natural, tan semejante -dirá ella misma- a los cuentos de hadas. Un remedo de ese paraíso lejano.

Por otro lado, el film de Abbasi acude a rasgos narrativos que articulan su película con el cine de terror y el fantástico. Lo hace desde una incomodidad pretendida, que deshace la frontera entre el realismo y su transgresión. Pero a la manera de dos instancias indisolubles, que se contaminan, aun cuando la predominancia sea de la primera. Es decir, el plano realista está acentuado -es lógico, el argumento lo justifica- y es ello lo que logra la incredulidad ante ciertas acciones. De todas maneras, la película logra gradualmente naturalizar lo que parece extraordinario -el olfato infalible- para poner en duda lo que a simple vista pareciera irrebatible. O también: ¿cuál es la película que se quiere ver?, ¿cuáles las expectativas del espectador durante los primeros minutos del film?

En este movimiento, la película inclina la balanza para salirse de lo previsible. Al hacerlo, tiene que atravesar momentos tensos, algunos insoportables. De hecho, la propia Tina no puede terminar de asimilar lo que acontece, ya que hay ciertos límites que ponen a prueba su moral. Lo que a su vez ha sucedido es que ella se sabe ahora de otra manera, tan segura de sí como lo es con su olfato. Hubo un cambio cualitativo del que ya no podrá volver. Lo todavía más atractivo del planteo que Border sugiere, es que al ser dicha situación sólo posible desde la aceptación propia, primero hay que saber. Y para saber es necesario desmentir. Al arribar a la plenitud que supone saberse consciente, Tina se vuelve un cuerpo (y una voz) político, ratificado como tal. Por fuera de los cánones que la sociedad legitima, a la que Tina enfrenta, Border logra una de las más potentes propuestas tendientes a la defensa de la diversidad sexual.

Hay acciones que no se sabe muy bien porqué se ejecutan, hasta que develan una interioridad que insiste y puja.

Al inclinar la balanza en favor de tópicos vinculados al terror (o similares), el film se sitúa sabiamente en un lugar fronterizo -dado su registro pretendidamente naturalista- con el mejor cine de géneros, capaz de brindar una historia que va más allá de lo que indica la superficie. Y lo hace sin caer en resoluciones que satisfagan al limar sus aristas, sino que justamente son esos lugares incómodos, sin posibilidad de happy end, los que quedan a la vista, como heridas abiertas. Un dolor tal vez tan inevitable como la sonrisa que conlleva: allí, la promesa de un paraíso.