Border: Sentí algo hermoso

Crítica de Horacio Bernades - Página 12

Criaturas de la noche

Basada en un relato de John Ajvide Lindqvist, el mismo autor de Let the Right One In, la película de Ali Abbasi empatiza con el punto de vista de aquellos que son distintos. Y lo hace de un modo tal que el realismo poco a poco se va convirtiendo en una noche transfigurada.

Diez años atrás, la película sueca Criatura de la noche (Let the Right One In), arrancaba a los vampiros de los castillos del mito y los socializaba, haciendo de ellos seres obligados a ocultarse, a retirarse, a negarse a sí mismos. Ganadora de la sección Una cierta mirada de Cannes 2018, Border se basa en un cuento de John Ajvide Lindqvist, autor del relato Let the Right One In. Lindqvist es, por otra parte, coguionista de ambas. Ahora no se trata de vampiros sino de trolls, que en la mitología nórdica no es gente que anda jodiendo en las redes sociales sino seres no muy agraciados que viven en las montañas, alejados de la nunca muy confiable especie humana. Como en Criatura de la noche, el punto de vista del relato es empático con los protagonistas, aunque esta vez Lindqvist da un paso más e introduce una cuña de inhumanidad incluso en el universo de los distintos, complejizando las cosas un poco más.

"¿Es una persona?", se pregunta el espectador ante la primera aparición de Tina (Eva Melander, excelente), cuyos rasgos (frente prominente, nariz de boxeador, ojos pequeños, espalda algo vencida, más tarde se descubrirán otros más extraños) hacen de ella una pariente desfavorecida del ser humano. Lo más raro es que el espectador se la encuentra trabajando en el mundo de los hombres, como inspectora de aduanas. Tina no necesita de rayos X, ni termodetección, ni ninguno otro artilugio tecno por el estilo. Como a un Beagle de casi dos metros, a ella le basta y sobra con el olfato. Callada y retraída, terminada la jornada, Tina parte hacia el corazón del bosque, donde vive con un tipo al que le importan más sus perras rotweillers para crianza que su mujer, que todas las noches duerme sola. No tienen hijos, porque Tina tiene cierta dificultad, que más tarde se verá.

Una de las rarezas de Border es que, a su manera, es una love story, a partir del momento en que aparece, tan casual como Tina, un segundo troll llamado Vore (Eero Milonoff). Tina vivía hasta el momento en un estado de total aislamiento, aun (o sobre todo) entre la gente. Vore sabe cosas sobre los trolls, algo que permite a su nueva amiga entenderse un poco más, descubrir incluso que aquello que parecía carencia total escondía algo que permite fundirse en el otro. Al redescubrirse, Tina se interesa por su origen (como todos los "distintos" del cine, incluyendo a todos los superhéroes), para lo cual hace una visita no muy amigable a su padre, internado con Alzheimer. Como Criatura de la noche, Border es un film fantástico depre. Sólo el bosque y sus animales (bonito detalle para anunciar que Tina está en la frontera --border--  entre lo humano y lo animal) dan algo de paz, algo de hogar a la sufriente protagonista. En una de las escenas más intensas, Vore corre por el bosque, grita y aúlla de desesperación, porque su anatomía va en contra de su deseo.

Hay una subtrama bastante confusa, con Tina investigando junto a un detective privado a un aparente grupo de abusadores de bebés. Esto deriva a otra subtrama, no tan confusa pero sí abstrusa, alrededor de unos bebés llamados "hiisit", que vienen como mal terminados (¿de dónde?) y entonces son comercializados (¿para qué?). Lo que importa de esto son dos derivados. Uno no lo vamos a decir, para no espoilear al prójimo. El otro es el que se comenta en el primer párrafo: no por ser víctimas del hombre algunos trolls dejan de comportarse de modo tan inhumano como el ser… humano. Ambigüedad: ni los malos son del todo malos, ni los buenos tampoco. Dirigida por el realizador iraní radicado en Cophenhague, Ali Abbasi, Border no tiene una narración lineal, aunque tampoco se juega a ninguna acronología. 

Lo que hace Abassi es diluir las continuidades espaciales, temporales y dramáticas entre escena y escena, dejando así a cada una de ellas en estado de flotación, como bloques de hielo en la corriente. Ese aislamiento se corresponde con el de Tina, planteando así una ajustada correspondencia entre forma y "contenido". Como Criatura de la noche, igualmente dark, la fotografía acentúa oscuridades y  espacios vacíos nórdicos, con lógicos tonos verdoso-amarronados en las escenas del bosque. El trabajo de maquillaje, que le valió a la película una nominación al Oscar, es asombroso: no se notan las prótesis, apliques o lo que fuera, de tal modo que el espectador puede llegar a pasarse toda la película pensando si no será que los actores tienen efectivamente esos rostros.