Boda negra

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

Una joven desesperada después de descubrir que su pareja le es infiel recurre a una inquietante hechicera que le prescribe un ritual sangriento para reconstruir esa relación que tambalea. Pero las cosas no salen como estaban planeadas y la presunta solución -relacionada con la boda del título- termina transformándose en una pesadilla.

El disparador de esta película de un cineasta ruso que se ha perfilado en una década de carrera como un especialista en el terror (tiene ya siete largometrajes encuadrados en ese género) es simple, de hecho bastante más elemental que su desarrollo, cargado de temáticas y vueltas de tuerca hasta rozar el manierismo: la cuestión del choque de clases en la Rusia contemporánea, la creación artística y su ligazón con la política, la paternidad y la maternidad, los celos, el amor tóxico… Demasiados asuntos para una sola trama. Pero Svyatoslav Podgayevskiy también introduce líneas narrativas vinculadas con las narrativas del folklore ruso, revelando una ambición que le cuesta sostener con recursos cinematográficos.

Para tratarse de un film sobre los amores obsesivos y los problemas derivados de las manías de la posesión -los tópicos que el propio director declaró tener en mente para este proyecto-, la sobreabundancia de información abruma y, sobre todo, distrae. El trabajo de fotografía y montaje salvan del naufragio completo a esta historia que requería de un foco más preciso, en lugar de tantas ramificaciones argumentales.