Boca de pozo

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Capitalismo y soledad

Doble o nada", desafía Lucho (Pablo Cedrón), "Te voy a dejar pelado", responde Gary (Nicolás Saavedra), que no duda en dejar la plata que había tomado de la mesa, seguro que va a embolsarse 600 pesos en otra partida del… videojuego.

Doble o nada", desafía Lucho (Pablo Cedrón), "Te voy a dejar pelado", responde Gary (Nicolás Saavedra), que no duda en dejar la plata que había tomado de la mesa, seguro que va a embolsarse 600 pesos en otra partida del… videojuego.
La escena se ubica casi a 15 minutos del comienzo de la historia, que ya se encargó de mostrar las duras condiciones laborales de los trabajadores del petróleo y el relato ya se encamina a reflejar a Lucho en su hogar, cuando baja a la ciudad, un trabajador bien pago que sin embargo no encuentra sosiego y se gasta sus importantes ingresos en prostitutas, cocaína y consumos desaforados.
Después de Tiempos menos modernos, donde relataba la derrota de un hombre solitario frente a los avances de la modernidad, el director neuquino centra su segundo film en la capacidad intrínseca del capitalismo de ser el vehículo para la infelicidad del hombre. Así, el mundo del trabajo, que en general es uno de los espacios de excelencia de la injusticia y las privaciones, es abordado por Franco en un trabajador calificado que puede representar a muchos, que luego de trabajar en las condiciones más penosas, lejos de su familia y aislado, recibe una paga mayor que el común de los asalariados pero no sabe que hacer con ese dinero, que sin ninguna duda no es un sosiego para el permanente estado de insatisfacción.
Cedrón está inmejorable en un protagónico que parece haber sido hecho a su medida y más allá de algunos esquematismos, el film dialoga con la obra de los hermanos Dardenne o Ken Loach, es decir, incursiona dignamente en terrenos poco transitados del cine argentino en los últimos años.