Boca de fresa

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Conozco la canción

La mezcla de géneros cinematográficos siempre supone un riesgo pero también es un recurso atractivo para experimentar con determinados tonos a la hora de contar una historia simple. Algo de suspenso, bastante de comedia costumbrista y un tanto de romanticismo gira en torno al universo de Boca de fresa, segundo largometraje de Jorge Zima (Noches en la terraza) que cuenta con los protagónicos de Rodrigo de la Serna y Érica Rivas, acompañados por Roberto Carnaghi, María Florentino y el debut actoral del compositor Juan Vattuone, filmada en locaciones de las sierras cordobesas.

Como el trasfondo del film es básicamente una historia de amor –más precisamente un triángulo amoroso- la elección de la pareja resulta inmejorable porque hay que recordar que de la Serna y Rivas lo son en la vida real, aspecto que aporta pura química entre ambos y contribuye sobremanera al ritmo cambiante de una trama que, en un primer tramo, adopta el camino de la road movie y luego se debate entre la parodia al thriller con buenas dosis de comicidad.

El mundo de la música, desde los compositores de canciones olvidadas y los productores de poca monta, funciona como pretexto para abrir paso a la aventura en la que se embarca el productor musical Oscar (Rodrigo de la Serna) junto a su novia Natalia (Erica Rivas), una peluquera sencilla que sueña con un viaje a Miami y debe contentarse con el aire de las sierras cordobesas al caer en los engaños del ambicioso productor en busca de un músico ignoto, cuyo último paradero data de las sierras cordobesas. El tal Fredy, otrora autor de un tema en los 70 que en el presente ocupa los rankings de Europa tras ser remixado por un grupo noruego, es la pieza clave para que Oscar pueda cobrar los derechos de autor de aquella canción perdida en el tiempo.

Sin embargo, su tío (Roberto Carnaghi), también productor musical, intenta convencerlo de que desista sobre la descabellada búsqueda, dado que aquel disco de los 70 fue un rotundo fracaso en ventas. Pero la perseverancia de Oscar es más fuerte que la razón y así comienza a ejecutar un meticuloso plan para seducir a un amigo del misterioso Fredy (Juan Vattuone) y así saber la verdadera historia sobre su repentina desaparición (lo dan por muerto) con el afán de armar un documental y crear una suerte de mito de la música no reconocido. No obstante, en pleno operativo de seducción del enigmático ermitaño apelando a los atributos de Natalia, Oscar habilita la chance de que su mujer experimente cierto atractivo por la figura de un hombre solitario al punto de enamorarse y abandonarlo.

Sin perder el ritmo y apoyándose exclusivamente en las buenas actuaciones de la pareja de actores, el director Jorge Zima (también compositor de la banda sonora) logra conjugar una serie de elementos narrativos que se conectan por un lado con la idea de las segundas oportunidades y por otro con una progresiva transformación de los personajes que en un principio exponen sus capas más superficiales -casi al borde del estereotipo de productor grasa y novia tontona-, pero que con el correr del metraje van incorporando aristas de personalidad, ingenuidad y lo que es más importante honestidad.

Un film disfrutable, sin demasiadas pretensiones, que puede convocar a un público heterogéneo sin riesgo al fracaso.