Blue Valentine

Crítica de María A. Melchiori - Cine & Medios

Cuando el amor tiembla

A Cindy (Michelle Williams) no le alcanzan las horas del día para repartir entre su labor como enfermera, el descanso, el cuidado de la casa y de su hija Frankie. Vive con un esposo que la adora, Dean (Ryan Gosling), que trabaja ocasionalmente pintando casas y es más bien infantil y reacio a tomar responsabilidades. Pero algo ha pasado desde que se conocieron y nació ese amor irresistible, a primera vista. Dean es capaz de vislumbrarlo, pero se resiste a enfrentar la realidad del distanciamiento de su esposa; Cindy rumia en privado sus sensaciones, perpetuamente incómoda y tensa, sin poder verbalizar o ubicar sus insatisfacciones.
Si el amor se definiera como el juego de ganar y perder (metáfora lírica más ajustada a la necesidad de un compositor musical o autor romántico que a la realidad), el espectador de "Blue Valentine" podría pensar que la moraleja de esta, como de muchas otras historias, es que en el amor siempre se pierde, aunque se gane. Amar es sufrir. O desear sin llegar a satisfacer en plenitud ese anhelo punzante. Tal la mirada que ofrece Derek Cianfrance con esta historia, la sencilla y muy realista trama de amor entre dos personas en un lapso de unos seis años.
El mayor mérito de la película reside en dos pilares: la forma en que está contada, y las excelentes actuaciones de la pareja protagónica y los secundarios. El manejo de cámaras, timing, escenarios y línea temporal (flashbacks que permiten vislumbrar cómo se originó la pareja de Cindy y Dean) se conjugan para redondear el producto, que si tiene algún demérito es quizá, y sólo quizá, la expectativa del espectador al entrar a la sala.
No es una historia de amor de esas que el cine ofrece habitualmente, sino un drama sumamente verosímil donde los momentos luminosos, más bien escasos, son el balance necesario para que se luzcan los rincones oscuros de la historia. Que vendrían a ser el sustrato real de la misma, la perspectiva que al director le interesa abordar y analizar. El final tampoco es políticamente correcto, y hay algo de suspenso, de inconclusión en las escenas finales. En definitiva, que quienes vayan en espíritu romántico abandonen en la puerta toda esperanza.