Blue Valentine

Crítica de Hernán Panessi - Revista Debate

Triste San Valentín

Esta pintura huele familiar. Una bella mujer se encuentra con un excéntrico muchacho y ambos caen inmediatamente en estado de enamoramiento. No es un dato menor que los dos sean jóvenes de clase media trabajadora. Al momento de los hechos, todo es prosperidad o al menos así se imagina la cuestión. Cinco años después, ya con una niña entre ambos y un considerable tiempo como pareja, sus nociones románticas no son tan encantadoras y su añorada felicidad tampoco es tan efectiva ni mucho menos poética. La falta de fundamentos que en su momento los unió, ahora los condena sin titubear siquiera un instante. Su vida cambió, la visión idealizada se desvaneció y la cuestión novelesca se desploma barranca abajo. Es claro, todo se ha debilitado.
Blue Valentine, una historia de amor no es sólo el complejo retrato de sus dos personajes principales, sino que es, además, una honesta representación de intimidad sobre los altibajos del amor visto desde todos los ángulos posibles. Para esta historia, su director, Derek Cianfrance, ha trabajado unos doce años logrando un guión sólido, cuestión distinguible a la sazón de buenos detalles, encontrando el punto justo de “argumentos para esta pequeña muerte”. Pese al logro de bucear en océanos populares consiguiendo nuevos paisajes, es bien conocido este tipo de dramas como lugar común de la vida adulta. Resultando ello, por lo demás, un tópico harto transitado vía el imaginario cinematográfico y explotado notablemente mediante, yendo a ejemplos concretos, James Grey y Sam Mendes o, mismo, a través de los eternos John Cassavetes y Richard Linklater, tal vez, los dos máximos ejemplos de tal devenir.
Emocional y físicamente sensiblera, la historia de Dean (Ryan Gosling) y Cindy (Michelle Williams), ambos muy bien predispuestos para los sufridos papeles, parpadea hacia atrás mostrando el primer florecer del afecto y la reacción final ante la frustración del desamor, procurando que ninguna decisión posible lastime a la pequeña Frankie (Faith Wladyka). Su visión común de las cosas hace que los agujeros intencionales de su propia experiencia pasen cual comodato al espectador de turno. Con esto, evitando los clichés de fácil acceso y saliendo airoso de un momento complejo para representar en cámara, Cianfrance demuestra un mérito notorio: atravesando el relato, obliga a tomar partido hacia alguno de los protagonistas e invita, también, a identificarse bajo ciertos matices sensitivamente expuestos.
Sostenida bajo una notable labor de fotografía, más -sobre todo- un excepcional trabajo de dirección de arte, Blue Valentine, una historia de amor contiene en la brutalidad su plusvalía. Luchas violentas, consumo de alcohol y tabaco, menciones directas al aborto, desnudos gráficos y un erotismo explícito evocan una vida cotidiana, nunca tan oscura. Así, dadas las circunstancias, el filme termina funcionando tanto como un retrato actual y contemporáneo como histórico del matrimonio norteamericano, extensivamente occidental. Experiencia triste, sí, pero en algún punto enriquecedora.