Blue Jasmine

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

De una manera que no alcancé nunca a comprender, hace ya algunos años que buena parte de la prensa mundial -y, en especial, la norteamericana- venía celebrando lo que consideraban un regreso de Woody Allen a su mejor cine. Lo hacían, por lo general, con sus películas filmadas fuera de los Estados Unidos, esas que les permite hasta a los críticos de cine convertirse en turistas y pasar por alto la acumulación de clichés y obviedades que hay en ellas. Convertidos en turistas, parece ser la idea, críticos y cineastas nos permitimos hacer, decir y aceptar de los otros cosas que en la vida cotidiana jamás haríamos, diríamos o entenderíamos. Además, claro, cuando la gente dice pavadas en otros idiomas, o con un acento simpático, nos parece divertidísimo.

A mí no me parece muy divertido, la verdad. De hecho, creo que las películas que Woody Allen filmó en la Europa no angloparlante -VICKY CRISTINA BARCELONA, MEDIANOCHE EN PARIS y A ROMA CON AMOR: todas con la ciudad en el título, así el espectador puede codear al de al lado y, sin confundirse, hacerle un comentario sobre lo linda que es en realidad la Sagrada Familia, el Pont Neuf o el Vaticano- son menores, muy menores, con apenas unos pocos momentos que atraviesan el tufillo a educado y respetable álbum de fotos de viajero de Business Class y hotel 4 estrellas.

blue-jasmine091Sin embargo, cuando todo parecía perdido para mí (comparando, podría decir que si Woody Allen fuera una serie de TV había que haberla abandonado hace ya varias temporadas), aparece ante nosotros BLUE JASMINE, acaso la mejor película de Allen desde MARIDOS Y ESPOSAS, veinte años atrás. Y no lo digo en forma condescendiente ni basado en el afecto y cariño que uno sigue sintiendo por el realizador tras tantas décadas de admiración. No: BLUE JASMINE es una muy buena película, que tal vez se quede corta de la categoría Obra Maestra por algunas cuestiones (ahí sí que pesa cierta falta de tacto tal vez producto de la época), pero que sin embargo marca un renacimiento creativo del gran Woody. Y si el tiempo prueba que fue menos un renacimiento que un breve rebrote de brillantez, no importa. Ya contar con esta película a esta altura de su filmografía es bastante más de lo que muchos de nosotros esperábamos.

Estructuralmente, se puede decir que BLUE JASMINE es una versión bastante libre de UN TRANVIA LLAMADO DESEO. Aquí, Jasmine (Cate Blanchett) es la viuda de Hal (Alec Baldwin), un multimillonario estafador que se suicidó en la cárcel en la que terminó al ser encontrado culpable de fraudes económicos en los años de la caída de Wall Street. Sin dinero pero manteniendo la actitud de alguien que siempre se movió en la alta sociedad, a Jasmine no le queda otra que irse a vivir a lo de su hermana (adoptiva) en San Francisco, cuya vida es radicalmente distinta a la suya. Ella es Ginger (Sally Hawkins), una cajera de supermercado con la que no se entiende muy bien y a la que casi no ha visto durante varios años (el ex marido de Ginger perdió todo su dinero, que se lo manejaba su cuñado Hal), por lo que la adaptación -cultural, social, económica- no será fácil. Y menos aún si se toma en cuenta que la ex dama de clase alta se pasa buena parte del tiempo bebiendo, tomando ansiolíticos y hablando sola.

bluejasLa película se centrará en la nueva vida de Jasmine, en la relación entre las hermanas y en los intentos de ambas de acomodarse la una a la otra. Ginger tiene un novio, Chili (Bobby Cannavale), al que Jasmine desprecia y mira con desdén. De hecho, para ella toda su nueva realidad es repugnante. Hasta que conoce a Dwight (Peter Sarsgaard), un hombre con ambiciones políticas y de gustos refinados. Paralelamente a la nueva realidad de Jasmine, Allen irá insertando extensos flashbacks de su vida previa: su relación con Hal, empresario plagado de amantes y negocios turbios, el viejo episodio que enfrentó a las hermanas y la caída en picada de ese universo de viajes en primera clase, hoteles de lujo y casonas de vacaciones en la playa. Y aunque Jasmine trate de aferrarse a esos recuerdos, su vida actual poco y nada se parece a aquello. Y pese a sus esfuerzos (se pone a estudiar computación, consigue un trabajo) no logra reacomodarse. Seguirá esperando que un hombre la saque de allí y la salve.

BLUE JASMINE es una película inusualmente dura para los parámetros del Allen actual. Si bien a lo largo de su carrera los personajes femeninos fueron llamativos y, en muchos casos, sufridos, Jasmine seguramente las supera a todas. Más allá de los toques de comedia que Allen pone para aliviar la dureza de la situación, el personaje se va degradando a lo largo de la película a niveles casi insoportables, un poco por su culpa y otro por la de los demás. Es en ese área donde hay que destacar el trabajo de Cate Blanchett. Su interpretación puede ser brillante en un sentido técnico y, si se quiere, hasta teatral (produce admiración y, a la vez, te saca de la película), pero la verdadera grandeza de su trabajo está en permitirle al personaje un rango de emociones y variables que parecen mayores a las escritas en el guión. Su Jasmine (nombre real, Jeanette) puede ser, casi al mismo tiempo, simpática y repulsiva, víctima y victimaria, ácida y tierna. Te puede generar compasión y ganas de asesinarla en el mismo revoleo de ojos. Blanchett no la juzga ni la caricaturiza (algo que suele pasar con las actrices de Allen, que a veces casi se burlan de sus personajes). Al contrario, la convierte en un personaje tan rico como complejo. Es ahí, tengo la impresión, que reside buena parte de la grandeza de la película.

blue-jasmine-image07Es que si uno sale del personaje y de Blanchett, BLUE JASMINE se cae un poco, se banaliza bastante. Casi todas las situaciones cómicas relacionadas con el mundo de Ginger, la hermana de Jasmine, no salen del habitual tono condescendiente que Allen tiene con la llamada “clase trabajadora”. A mitad de camino entre el homenaje a Brando y el cliché, los personajes de Augie (Andrew Dice Clay), Eddie (Max Casella) y el propio Chili, entre otros, parecen traídos de alguna comedia popular italiana de los ’50, de los filmes británicos más aparatosos de Mike Leigh o de una sitcom televisiva de los ’70: uno espera las risas grabadas después de algunos remates (no creo que sea casual que Allen haya elegido a comediantes de stand up para varios de estos roles). Pero aún estos momentos flojos están sostenidos por actores que -pese a estar lookeados al mejor estilo SOPRANOS y hablar con exagerados acentos “étnicos”- parecen mejorar los textos cada vez que pueden, tratando de quitarse de encima cierto tono de paternalismo con el que fueron pensados, por más que Allen los ponga a disputarse una porción de pizza como si fuera un trofeo.

No pasa lo mismo con las escenas ligadas al mundo de la clase alta, tanto en los flashbacks como en la relación entre Jasmine y Dwight (tampoco con los, digamos, de clase media, como el dentista y el ingeniero de sonido que encarnan Michael Stuhlbarg y Louis C.K.). Da la sensación allí que Allen confronta directamente con los personajes, sin “disfrazarlos”. No hay paternalismo alguno ahí. Al contrario, hay una mezcla de realismo, crueldad y esa extraña forma de envidia/admiración/odio que Woody siempre ha tenido con la gente de clase alta. Lo curioso aquí (y, si lo pensamos, en buena parte de las películas recientes de Allen) es que no hay personajes “intelectuales”, ese universo en el que el director solía moverse -y del que sacaba buena parte de sus tramas- en las viejas épocas. Hoy Allen parece tomar su universo creativo menos de la vida real y más de otras películas, de la literatura, de su propio cine y -en este caso- hasta de las noticias.

El patrón narrativo y temático armado para UN TRANVIA LLAMADO DESEO por Tennessee Williams -un autor muy alejado en muchos sentidos de Allen- le ha servido de maravillas para la estructura dramática de BLUE JASMINE. Sin la tensión sexual de aquella obra (y película de Elia Kazan), el filme de Allen prefiere hacer centro en el cruce entre lo personal, lo social y lo económico. Es el dinero, o la falta de él, el que hace que el edificio de la personalidad tenuemente construido por Jeanette/Jasmine se termine por desarmar del todo. Y será muy difícil reconstruirlo desde alguna otra perspectiva.