Blue Jasmine

Crítica de Demian Paredes - La Verdad Obrera

Una mujer (burguesa) al ¿borde? de un ataque de nervios

Luego de un periplo cinematográfico por algunas importantes ciudades del mundo (Roma, Londres, Barcelona, París) los últimos años, y con historias de difuso espíritu –por decir lo menos–, Woody Allen nos regresa, con Blue Jasmine (2013), a los Estados Unidos. Y a sus reconocibles –y siempre esperadas– buenas historias.

En consonancia con el argumento de uno de los grandes clásicos del dramaturgo norteamericano Tennessee Williams, “Un tranvía llamado Deseo”, Allen nos invita a presenciar el encuentro de dos hermanas (adoptadas), donde una, Jasmine (interpretada magistralmente por Cate Blanchett), necesita la solidaridad de Ginger (Sally Hawkins), habida cuenta de la quiebra económica y encarcelamiento de su esposo Hal (Alec Baldwin). Ginger recibirá a Jasmine en su casa, y así veremos las fricciones y choques de dos mundos (sociales): el de los ricos financistas de Nueva York (condensados en Jasmine –cuyo nombre original-real era Jeannette–), y el de los asalariados de San Francisco (Ginger y su troupe de hijos, amigos, su novio y un ex…).

Con precisos (y oportunos, muy bien puestos) flashbacks se va mostrando la opulenta (y despreocupada, y filantrópica) vida de Jasmine, mientras trata de “recuperarse” de sus pérdidas, pensando cómo rehacer su vida (en busca de un trabajo y/o estudios, de un nuevo “amor”…). Los engaños, la mentira –“marca registrada”, leit motiv en el cine de Allen–, jugarán más de un papel en esta historia. Y también el azar, los encuentros casuales, serán “definitorios” en la trama. Y más: el autoengaño, como una forma de vida, cuando están garantizadas todas las comodidades materiales (cuestión que contrasta con la sinceridad y choque abierto con que enfrentan los conflictos y situaciones que se les presentan los personajes de origen humilde –aunque acá puede decirse también que, a diferencia del tratamiento que les da Allen a los personajes y situaciones de clase alta, hay cierto “paternalismo” o simplificación en cómo los pinta–).

La película en su conjunto es dinámica, todas las actuaciones son más que buenas –destacándose la versátil interpretación de Blanchett–, y la historia, contundente. Habrá en este drama momentos de humor, de paradojas y comicidades (duelos verbales, choques ácidos y críticas entre Jasmine y su hermana, entre Jasmine y el novio de aquélla, Chili, entre otros), momentos de incertidumbre y zozobra, y giros sorpresivos.

Con excelente fotografía, música (jazz y blues), escenografías y vestuarios, Blue Jasmine parece haber recobrado aquella “vieja” potencia tragicómica de Allen. Un cine inteligente, de personajes intensos y situaciones imprevistas.