Blue Jasmine

Crítica de A. Degrossi - Cine & Medios

Cuesta abajo

Jasmine no pasa por su mejor momento. Dejar su lujoso apartamento en Park Avenue para terminar depositando su humanidad en un departamento de baja categoría en San Francisco, no era algo soñado por ella. Pero es lo que hay. Su hermanastra Ginger (Sally Hawkins) es quien le da asilo y contención en el momento más difícil de su vida. La misma Ginger que era ninguneada por su hermanastra cuando esta todavía era una ricachona esnob.
Jasmine se había casado con Hal (Alec Baldwin), un millonario dedicado a diversos negocios e inversiones, y gracias a él conoció un mundo de lujos y sofisticación. Así es como Woody Allen aprovecha para mofarse de la clase alta neoyorquina, siempre blanco predilecto de la aguda mirada del director. Solo que esta vez la ironía es más fina, y la crítica más severa.
Jasmine era quien era solo porque su marido y su entorno la definía y, cuando todo lo había perdido sintió la necesidad de por una vez en su vida ser algo por sí misma, ponerse a estudiar, superarse; pero su deseo de ser alguien, de "pertenecer", era más fuerte que su voluntad.
Desde el inicio podemos notar que el tono será trágico, que el ida y vuelta entre pasado y presente tendrá un crescendo ejecutado con la maestría de un genio. Y en Cate Blanchett a uno de los instrumentos más precisos con los que Allen haya contado en su carrera.
En los roles secundarios se destacan Sally Hawkins y Bobby Cannavale como el novio de Ginger, en tanto la melodía que acompaña la historia es "Blue Moon", interpretada en esta ocasión por Conal Fowkes, pianista de la banda que acompaña a Woody Allen en sus giras musicales.
Angustiada, desequilibrada, frágil, así es Jasmine.
Magistral, profunda, clásica y exquisita es "Blue Jasmine", la nueva de Woody, ese maestro genial que todos los años nos deja disfrutar algo más de su inagotable talento.