Blindado

Crítica de Ezequiel Boetti - Página 12

Afanancio en busca de su redención

El título y el póster invitan a pensar que el tercer largometraje como realizador de Eduardo Meneghelli se encuadrará dentro de las coordenadas del subgénero de las “películas de golpes” (“heist movies”), es decir, de aquellos relatos centrados en un robo planificado al dedillo y con un botín jugoso de por medio. Algo de eso hay, en tanto Blindado orbita alrededor de un empleado de una compañía de transporte de caudales que empieza a mirar con cariño esas bolsas repletas de dinero que día tras día traslada por la ciudad, lo que da pie a algunas breves secuencias de acción que Meneghelli resuelve con oficio, aunque abusando de un montaje veloz que frena la fluidez necesaria. Pero Blindado no focaliza tanto allí como en la conducta y la psicología de ese personaje, evitando así arrojarse definitivamente a los brazos de este subgénero y quedando en un estado de flotación que le impide definir qué tipo de película quiere ser.

No hay a priori negativo en desplazar el eje del relato de los robos al universo interno de su protagonista. Claro que para que eso funcione es indispensable que ese personaje sea lo suficientemente magnético y atractivo para soportar sobre su espalda la responsabilidad de encauzar la narración, algo que el de Blindado está lejos de ser. El problema, entonces, está menos relacionado a la ejecución de la película que a la motivación redentora de Luna, quien al principio está de licencia en su trabajo como chofer debido a que su mujer e hijo murieron en un accidente automovilístico. Desde ya que él era el conductor del vehículo, y a todas luces no suena saludable que vuelva a sentarse detrás de un volante por un buen tiempo. Pero Luna (un inexpresivo Gabriel Peralta) le insiste a su compañero (Luciano Cáceres, siempre intenso) para que mueva los hilos dentro de la compañía y lo reincorporen junto a sus colegas de siempre (Luis Ziembrowski, Lautaro Delgado y Gonzalo Urtizberea).

Una vez arriba del camión, las fricciones no tardarán en llegar. Sucede que el conductor sonoriza los viajes con audios evangélicos, abriendo las puertas para un inminente paralelismo entre sus acciones y distintos versículos de la Biblia. Allí se iniciará el periplo de ese hombre que robará no salvarse a sí mismo o por un mero afán de rebelarse contra el sistema, como ocurre en nueve de cada heist movies, sino porque con esa plata podría “salvar” a una mujer y concretar su anhelada redención. Luna, entonces, como una anomalía del sistema delictivo: un ladrón que roba para aliviar el peso de la culpa.