Blanca como la nieve

Crítica de Paula Vazquez Prieto - La Nación

La fábula de los hermanos Grimm Blancanieves y los siete enanitos se arraiga en un curioso realismo en manos de la directora Anne Fontaine. La disputa por un reino de belleza transformado en un hotel de lujo, y por un amante antes que un padre, ubica a Claire (Lou de Laâge) y a Maud (Isabelle Huppert) en las antípodas: la primera es una inocente joven que explora su sexualidad en un bosque habitados por hombres; la segunda es la artífice de una pérfida venganza más por mandato dramático que por verdadero deseo de atesorar su juventud perdida.

La narrativa imaginada por Fontaine intenta anclar la tradición de Blancanieves, su inocencia, los enanos y la manzana, en un mundo de contornos reales. En ese juego, con un humor fuera de timing y personajes huecos, algo se extravía y la historia de esa joven que vive la huida inconsciente de su madrastra como una liberación no deja de ser una sucesión de juegos eróticos para la cámara, que aspiran a evocar el halo trágico del relato popular exprimido por el cinismo contemporáneo.

Huppert hace lo que sabe hacer: recrear otra vez ese imaginario de mujer fría y perversa que proyecta con su magnética aparición, sus labios rojos y su furia contenida. Pero acá con eso no basta, su personaje se desgaja en una construcción endeble y ella se pierde en una película que nunca está a su altura de su talento.